Las cicatrices del odio y la violencia

La humanidad evolucionó en diversas áreas del saber. Por ejemplo los seres humanos avanzaron de simples cazadores y recolectores hacia el cultivo de tierras, consiguiendo alcanzar excelentes logros en la agricultura. Los hombres y mujeres no solo miraron hacia el cielo para maravillarse del espectáculo celeste. La contemplación de la bóveda, iluminada por miríadas de estrellas, les permitió conseguir avances inimaginables en la astronomía. Después del descubrimiento de la rueda la humanidad fue acrecentando sus saberes ancestrales hasta lograr disciplinas que generaron en lo que hoy se conoce como ciencias fácticas y ciencias naturales. Las mismas que permiten que la sociedad viva en un mundo de sorprendentes bienestares, impensable para un individuo del medioevo.

Lamentablemente en lo que la humanidad no progresó fue en la eliminación del odio y la violencia que hoy pone en peligro la existencia del planeta. Este ser depredador, mal llamado "ser superior", prosperó a través de los fastos de la historia llevando dentro de su cerebro el gen del odio para transferirlo a generaciones posteriores. Esto no podría ser de otra manera, la vida de los seres humanos se desarrolló agregando a la cadena de la vida eslabones y eslabones de odio de los cuales no se ha podido desligar.

¿Cómo no va estar sembrado el odio en los cerebros de la personas, si esta animadversión está empotrada en la mente y es casi de origen genético? Es innegable que los imperios han sido y son responsables de la conducta de los seres que en algún momento fueron y son colonizados. De seguro, en la mayoría de los casos de este avasallamiento ocurrió y ocurre por la fuerza. Indudablemente las ocupaciones de territorios por parte de una potencia imperial suceden con violencia y este crimen forja odio entre los subyugados y sus opresores.

Revisemos la historia y nos daremos cuenta de las cantidades de genocidios propiciados por las potencias imperiales por el interés de anexarse territorios, robarse la materia prima y esclavizar a los oprimidos. Es la imposición de las hegemonías por medio de la fuerza, la sangre y el horror. El rey Leopoldo II de Bélgica se apoderó del Estado Libre del Congo robando gran parte de sus recursos naturales causando más de diez millones de muertos. Los ejércitos del reino Zulú aniquilaron parte de la población de lo que hoy se conoce como Sudáfrica y Zimbabue, dejando humedecidos aquellas sabanas con la hemoglobina de más de dos millones de muertos. Los alemanes son reiterativos en eso del genocidio, por allá entre 1904 y 1907 el Sudoeste de África vio profanada sus tierras por la bota germánica causándole la muerte a por lo menos cien mil personas. Imposible no incorporar en esta estadística los millones de muertos en alta mar, responsabilidad de los blancos, ricos y cristianos, acaecidos en los barcos negreros provenientes del África para transportar a hombres, mujeres y niños de color como mercancía hacia un mundo de horror y esclavitud.

No solo África fue víctima de la violencia genocida, también América experimentó el terror genocida de un grupo de aventureros españoles, quienes resguardados por la hopalanda de un Dios injusto encarnado en frailes ambiciosos y por el acoso de hombres de armaduras aparejados con arcabuces, perros sanguinarios, caballos, todos amparados por La Biblia y el blasón de la Cruz, así mismo, por las epidemias que trajeron los insensatos peninsulares a las tierras desconocidas, exterminaron a más de 100 millones aborígenes. Esto mismo lo experimentó Australia cuya población originaria desapareció en manos de las tropas británicas, en su afán de apropiarse de las materias primas de las tierras conquistadas. Una población de casi 750.000 nativos quedó reducida a menos 50.000, en manos de las tropas inglesas asesinas.

Me faltaría espacio para narrar todas las hecatombes genocidas ocurridas en el mundo a través de la historia. Retomo la trama con la desaparición de las tribus norteamericanas en manos de los pioneros provenientes de Europa (irlandeses, italianos, polacos, escoceses, alemanes…); los genocidios de chinos y coreanos en manos de japoneses; los armenios arrasados por los turcos (otomanos); vietnamitas asesinados por tropas norteamericanas; la devastación, por parte de los criollos, de las tribus (ranqueles) ubicadas al sur de Argentina, en la Patagonia; los argelinos también fueron víctimas del afán expansionistas del gobierno francés, siendo aniquilados miles de argelinos quienes aspiraban una Argelia libre; la hambruna irlandesa propiciada por el gobierno británico por la cual murieron de hambre un millón de irlandeses y otro millón emigró en la búsqueda de un lugar donde vivir mejor, tal como hoy lo hacen los habitantes de los pueblos árabes masacrados por la maldita guerra. No está demás referir el genocidio del pueblo judío en manos de los nazis alemanes; así mismo los genocidios del siglo XXI, los más recientes, ocurridos en Irak, Libia, Afganistán, Yemen y Siria organizado por la coalición satánica de EEUU con sus aliados de la OTAN, en su afán de apoderarse de todo petróleo del mundo.

Lo anterior no es más que una síntesis de los aciagos episodios genocidas en el globo terrestre. ¿Cómo no van a experimentar odio los seres humanos? El odio producto de la violencia esboza cicatrices, no en el cuerpo, tampoco en el alma ni en espíritu, dado que no creo en su existencia, delinea una especie de queloide, una lesión imborrable en la mente del emponzoñado. Basta recordar el odio forjado contra los judíos por parte de los vetustos padres de la iglesia católica. Fue el papa Pablo IV (1555) quien instituyó el gueto (adelantándose a los nazis) constriñendo a los judíos a permanecer en este tétrico lugar, obligándolos a llevar un distintivo amarillo. Demasiada crueldad, odio y rencor almacenaron los cristianos de la Edad Media que luego fue trasferido a los católicos en épocas posteriores. Este odio de algunos fanáticos católicos hacia los judíos permaneció, por más de dos mil años, en la pensadora de los recalcitrantes durante varias generaciones. Tal como ocurrió hace cientos de años durante el medioevo, tenemos el genocidio más reciente del siglo pasado (1939-1945): el genocidio judío (seis millones de víctimas) durante la tiranía nazi. Recientemente, las tácticas esgrimidas por el papa Pablo IV y Hitler son las mismas que utilizada el gobierno sionista de Netanyahu contra el pueblo palestino. La solución final.

El odio no es un sentimiento natural en las personas, por lo general es inoculado por agentes externos que engendra violencia. Esta pasión fertiliza el odio en el cerebro y esta exacerbación proviene de alguien quien le trasmite al fanático una razón para odiar.

Por lo general la mayoría de las personas son seres desinformados, otra gran mayoría son estúpidos y otros, la naturaleza no los dotó de un cerebro capaz de procesar una información. Por ejemplo, cuando el referido papa Pablo IV salía al balcón del Vaticano y arengaba ¡los judíos son los responsables de la muerte de Jesús! de inmediato los cristianos catequizados, reunidos en la plaza de san Pedro, sin meditar y sin saber nada sobre el Imperio Romano, gritaban al unísono ¡muerte a los judíos! Para qué cavilar si el vicario de Dios pensaba por ellos. Ese mismo tratamiento lo aplicó Hitler a sus fanáticos. Si el jefe del partido nazi proclamaba en uno de los balcones de Reichstag que los judíos fueron los responsables de la funesta situación económica de Alemania, miles de fanáticos gritaban ¡muerte a los judíos! ante la complacencia del líder germano. Si el cabecilla del partido vociferaba aquella mentira, esta se convertía en verdad: un falso positivo. Lo que nos sabían, tanto los fanáticos reunidos en la plaza de san Pedro y los exaltados teutones que ambos personajes tenían sus propios planes.

La mayoría de la gente no procesa la información que le llega al cerebro, quizás por falta de tiempo, por ignorancia o por la incapacidad de analizar e interpretar una noticia. Estos individuos desconocen que los medios de comunicación son una empresa con intereses, por lo general económicos, por lo tanto las informaciones responden a sus réditos. La tecnología ha desvirtuado por completo la noticia, aquel eslogan que afirma que "una imagen vale más que mil palabras" dejó de tener validez, dado que la digitalización actual ofrece imágenes trucadas que distan mucho de la verdad.

Tal como ocurrió hace siglo la manipulación está presente en la palabra oral y en la escrita, en la imagen, en los videos, por lo tanto es indispensable que quien lea o vea una noticia, escuche una información u observe una fotografía, debe analizar y buscar varias fuentes para comprender lo que está sucediendo. Simplemente es una manera de aproximarse a la verdad, dado que nadie es su poseedor.

Actualmente el gobierno del presidente NM y todos los venezolanos somos víctimas de la manipulación de la verdad por parte del gobierno norteamericano y sus aliados de la OTAN quienes responden a los intereses de las grandes empresas transnacionales. Para esto cuentan con lúgubres empresas de comunicación internacional y de redes cloacales que, mediante falsos positivos, mentiras cínicas y pos verdades, intentan falsear la situación que viven algunas ciudades de Venezuela, producto de los ataques de terroristas, de mercenarios y de los bandoleros financiados por el Departamento de Estado de EEUU. Así mismo, estas acciones despiadadas son dirigidas por los representantes de la derecha nacional entre ellos Borges, Guevara, María Corina Machado, Lilian Tintori, Allup, Guanipa, Capriles, Guerra, Florido y otros tantos vasallos del imperio. Estos viles sujetos responden a los intereses de la oligarquía rentista en espera de la recompensa que le entregarán sus amos del norte. Sin olvidar a los sacerdotes intolerantes que utilizan los púlpitos para calumniar de los chavista haciéndolos culpables de todos los males del país. Dentro de poco los escucharemos a los curas clamar desde su tarima ¡muerte a los chavistas! ante la mirada complaciente de los fanáticos, al igual que en la época medieval. El propio fascismo endógeno.

Hay que tener cuidado, el odio es bidireccional: el odio forja violencia y viceversa. En algunos casos el ser odiado puede promover conductas irresolutas dando origen a situaciones escabrosas, peores que las generadas por el ente generador del odio. De todo esto deviene el caos y la anarquía. Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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