Ni elecciones inútiles ni diálogos infecundos pueden resolver la crisis social-democrata

El gobierno al vaciarse de ideología y tomar el atajo del pragmatismo, del oportunismo, perdió la guía estratégica y se sumió en el torbellino de las circunstancias.

Rápidamente fue capturado por la democracia burguesa, ya no la transitaba como una etapa sino que pasó a ser una culminación, una meta, era el fin de la historia Revolucionaria, no había más allá, sólo sortear los problemas. Los pañitos calientes sustituyeron a los cambios estructurales, en lo avanzado hacia el Socialismo se reculó. El Socialismo fue sustituido por la democracia burguesa, hasta el término entró en desuso.

Pero la democracia burguesa tiene sus leyes, límites que deben ser respetados; su violación la desvirtúa, la hace inoperante. Una de estas leyes es el respeto a las leyes burguesas, es necesario guardar las apariencias de imparcialidad; otra, son las instituciones del Estado al servicio del capital, de la burguesía, es cierto, pero no deben mostrar su verdadero carácter, deben aparentar neutralidad; otras muy importantes son las elecciones y la alternabilidad en el gobierno, las elecciones distraen, drenan tensiones, crean ilusiones de cambio; otra es el parlamento, en cualquiera de las formas que adquiera, allí maman todos los sectores, sirve de válvula de seguridad a las discusiones, a las tensiones entre los bandos democráticos; por último encontramos la represión física y jurídica, se puede reprimir pero con disimulo, las leyes y la cárcel están reservadas a los enemigos del sistema no a la oposición democrática.

Con estas leyes y otras, escritas y no escritas, se construye la aceptación de la democracia burguesa, su imagen se instala en el alma de los dominados como algo natural. La masa debe ignorar la verdadera esencia de su dominación, en palabras más directas: la masa no debe ver las costura del tejido democrático burgués, debe aceptarlo como algo cuasi divino. Recordemos que la dominación, decía Bolívar, se da más por la ignorancia que por la fuerza.

Este gobierno, al abandonar el Socialismo y adentrarse en el campo de la democracia burguesa, adquirió un compromiso con estas leyes de obligatorio cumplimiento. Pero el oportunismo, el pragmatismo, es pésimo consejero y el gobierno vulneró las leyes, incumplió el juramento democrático burgués y produjo el peor de los males para una democracia: la incredulidad de los actores.

Ese es un rasgo principal de la situación hoy, no hay credibilidad en la democracia burguesa, y por lo tanto dentro de ella no se pueden resolver las contradicciones. La democracia burguesa estalló en manos inexpertas, y la solución debe buscarse, necesariamente, fuera de ella.

El diálogo está cancelado, no hay confianza en los compromisos. Es que el gobierno no puede cumplirlos a riesgo de quedar desnudo en medio del escenario. Por ejemplo, no puede un día soltar al "monstruo de Ramo Verde" sin mostrar debilidad y suscitar protestas de la gente que el mismo gobierno aupó contra el monstruo. No puede hacer elecciones, las encuestas lo aterran. Temen la alternabilidad. Los capitalistas de oposición no tienden puentes de plata, sus bases fanatizadas los verían como debilidad, traición. La salida nicaragüense está vedada por los dos bandos petrificados.

En el futuro asoma una dictadura en cualquiera de sus variantes. Ya los gringos y los europeos trabajan para ese periodo de transición. El ciclo de intentos socialistas que comenzó en la América con la Revolución cubana, con Fidel, y termina con Chávez, no pudo ser superado con populismo, y el capitalismo echa mano de nuevo a la dictadura.

 



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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