¡Diálogo! Sin Mesa

A Monseñor Claudio María Celli

Al Nuncio Apostólico Aldo Giordano

Hace poco me preguntaba un amigo por el diálogo político y si estaba de acuerdo con auspiciarlo. Enseguida, le dije que sí, y que estaba observando que la conversación entre la gente se había extendido por toda la República. Además, que -como podía verificarse fácilmente- las materias abordadas las había proporcionado la misma realidad, y que su tratamiento intentaba llegar a las causas últimas que provocaban las tragedias que personal o socialmente se estaban viviendo.

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Hoy se dialoga aquí y allá. Se dialoga en las filas enormes que se hacen para comprar el pan nuestro de cada día, cuando hay pan, o harina para hacerlo. En las farmacias buscando medicinas, desde analgésicos hasta remedios para enfermedades complejas. En los bancos, al retirar unas monedas para comprar los medicamentos o los alimentos. En los cajeros automáticos. En los hospitales en medio de unas emergencias, procurando resolver un problema de salud, o para encontrar una cama porque se ha indicado alguna operación. Hay filas hasta en la morgue para identificar un cadáver que puede o no ser de una persona querida. Se está dialogando en todas partes. Se habla de las masacres de Tumeremo, de Cariaco y de Barlovento, así como de la inseguridad personal y del toque de queda al que estamos sometidos todos.

Cada análisis de un drama es seguido de la búsqueda de una solución particular, muchas veces asociada a la enorme solidaridad practicada por muchos años por los venezolanos. Se discute sobre el ecocidio y el etnocidio que impacta ciento doce mil kilómetros de nuestro territorio. Pero sobre el monumental drama social , aunque aparentemente se conocen las causas y los causantes, no es fácil conseguir las respuestas o notas de solución políticas. La mayoría de la gente no sabe lo que quiere, aunque lo intuye, pero cada día que pasa, los dialogantes identifican más lo que no quieren, y a quien no quieren.

Se dialoga sobre el derecho a evaluar gestiones públicas y que éstas resulten aprobadas o improbadas conforme a la decisión de la mayoría de los venezolanos. Se intercambian opiniones fundamentadas sobre el Referéndum Revocatorio al que debe someterse el Presidente de la República. Se sabe con certeza que las elecciones regionales y locales han debido realizarse porque así está establecido constitucionalmente, y no hay razón valedera para que estos actos estelares de la democracia viva no se hayan llevado a cabo.

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La feligresía forma parte de este diálogo en las filas o en las esquinas, o en medio de cuatro paredes. Las angustias son comunes a los que, no siendo feligreses, están envueltos en esta obra trágica. Tales circunstancias obligan a los pastores enviados por el Vaticano, a tener sumo cuidado en el impulso, administración, y resultados de los diálogos en los que, por circunstancias sobrevenidas, se han envuelto.

Estoy convencido que las claves que podrán hacer triunfante la actuación de los enviados del Vaticano, están asociadas, en primer lugar, a la exigencia del respeto escrupuloso del pacto social constitucional. Él es el resultado de debates que derivó en el acuerdo de las reglas de juego de cumplimiento obligatorio por los ciudadanos y el estado, y de la interrelación entre ambos. El diálogo debe proscribir a los exégetas bien pagados que son capaces de tergiversar cualquier norma. La sumisión a los preceptos pactados no admite que se juegue con cartas marcadas, engaños y trapisondas. Los tramposos tienen que quedar descubiertos.

La segunda clave es que la Iglesia, del latín eclesiae o asamblea, haciendo honor al origen de su nombre, abra la asamblea para que gentes o grupos de gentes se pronuncien sobre los aconteceres de esta República muchas veces bendecida. Esto significa escuchar mucho y con atención, recibir documentos y examinarlos, hablar mucho con los curas de base quienes son los que miden la temperatura económica, social y política en nuestros pueblos y en nuestros campos.

Para un diálogo concebido en estos términos, hay que apartar la mesa. Ni mesas ni mesitas con pocas sillas alrededor, harían falta. Menos todavía, si se trata de Mesas que no han sido del diálogo sino del anti-diálogo para escamotear la agenda verdadera cuyos temas hemos mencionado antes. Se trata de grupos cuya legitimidad es dudosa, toda vez que no se sabe el modo cómo han sido seleccionados y no representan ni el quince por ciento de la población, pero aun con esa capacidad disminuida se han sentado en Santo Domingo, en Caracas y quién sabe dónde más, para abordar temas que no constituyen el núcleo actual del padecimiento personal y social de la gente, y hasta de temas limítrofes como el de nuestra Guayana Esequiba.

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Planteadas así las cosas, hay diálogo, siempre que éste se extienda en intercambio claro y fluido, búsqueda de causas, palabras sustentadas en la razón, deslinde de las sinrazones, de los chantajes y salvajadas, y proscripción de las ideas o ilusiones de un país que sólo está en la mente trastornada de unos personajes que quisieran simular ser los "Caballeros de la Mesa Redonda". Por supuesto, que un diálogo, si es verdadero, es seguido de acciones urgentes que no admiten demoras. Los intercambios cruzados mediante la sumisión constitucional, impedirían la asfixia de la sociedad que no encuentra oxígeno político que la vitalice, y harían realidad, por la verdad dialogada, la decantación de conflictos indeseables. De este modo, Venezuela, hoy herida en el alma, emergerá con la vitalidad de siempre, y entonces será bienvenido el precepto religioso según el cual "En el principio fue el verbo y el Verbo se Hizo Carne"

freddygutierreztrejo@gmail.com



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Freddy Gutiérrez Trejo


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