Como reiniciar la competencia perdida[1]

Partimos de que durante el último lustro o más años nuestra economía ha sido quebrantada de raíz dentro o sin salirse del sistema capitalista; se trata de una perversa alternativa política que no dudaron en poner en práctica quienes siguen y seguirán negándose a morir, ¡así de cuantiosos y muy duraderos han sido sus numerosos privilegios amasados durante siglos!

Si somos empáticos, resulta hasta razonable, de suyo, que la derecha colonialista, todavía chapada con mantuanidad y metida a capitalista rentista o parasitaria gracias al maná petrolero, asuma la presente guerra contra toda la sociedad y sin distingos de clase alguna.

Esa perversa opción ha sido muy tolerada, quizás indebidamente-por una V República que-debemos reconocerlo-ha actuado prematuramente en cuanto a la indebida tolerancia de los abusos de la oposición, tolerancia que maduraría sólo y solamente durante un socialismo ya consolidado.

Por ejemplo, en cuanto a la igualación por decreto constitucional de todos los venezolanos, sin sopesar en su justa medida que en transición de un modo a otro, tales derechos igualitarios, libertarios y confraternitarios quedarían automáticamente suspendidos por razones obvias, les han sido concedidos mientras seguimos poniendo los muertos asesinados por ellos, los desplazados sólo del poder político y bien armados como siguen con la más poderosa de las ramas "pacifistas": las mercancías capitalistas. Ningún guerrero alimentaría a su enemigo en pleno frente de batalla cuando este dispara contra aquel.

Cuenta la literatura cristiana que el mismísimo Jesús sacó del templo a chaparrazo limpio a los comerciantes que ya hacían de los bienes de la cesta básica y afines un vulgar comercio lucrativo, que usaron la fe y tolerancia cristiana para especular de lo lindo tal como, pasados estos últimos dos milenios, siguen haciéndolo y así seguirán haciéndolo mientras siga reinando el comercio bajo régimen privado y amparados en una Constitución mayormente burguesa y pro burguesa, todo lo cual configura una ataraxia en vías de desaparición con consecuencias impredecibles.

A eso juega la burguesía ofendida y desplazada del poder político hace ya más de 3 lustros, luego de estar imperando durante casi 100 años, como capitalistas parasitarios, y desde mucho antes como terratenientes y esclavistas.

Una desestabilidad y desequilibrio pernicioso como el que estamos sufriendo todos y todas, bebés, niños y ancianos, mujeres y hombres, púberes, adolescentes, jóvenes y adultos mayores, ricos, medio ricos, pobres y medio pobres, castaños, blancos y de otras pigmentaciones, sufriendo, decimos, con una incertidumbre permanente acerca del precio al que amanecerá mañana-suponiendo que lo haga-la harina de maíz, o el café, o el azúcar, o el jabón, o las caraotas, la leche o la carne, etc.

Tal desestabilidad se caracteriza principalmente porque la competencia entre fabricantes y entre los distribuidores se encuentra desaparecida, y la conducta asumida por estos comerciantes beligerantes se podría asimilar a una suerte de magnomonopolio en cuanto que los precios de todas las mercancías los están aplicando al unísono todos sus respectivos traficantes y a un mismo o superior precio para cada rubro en particular, porque basta la suba de alguno para que lo hagan todos los demás precios de una misma mercancía así como el resto por una suerte de efecto reflejo sufrido por todas las mercancías, como si la economía se estuviera ajustando permanentemente a nuevas escalas de precios, aunque con el agravante de que las salarios no suben con la geometricidad que los hacen los precios y a lo sumo sólo se mueven aritméticamente.

Al fin está desenguantándose la otrora mano invisible del mercado. Por ahora, se trata de todos los comerciantes especulando desde una posición supramonopólica que, por cierto, se halla taxativamente proscrita en nuestra Bolivariana Constitución, proscripción que, lamentándolo mucho, no está haciéndose cumplir con la oportunidad, majadería y eficacia pertinentes en tiempos de guerra. En este aspecto, los apologistas del capitalismo aplican la falsa teoría del monetarismo morboso, según el cual, si aumenta el circulante sin hacerlo la producción u oferta[2], los precios subirían; no obstante, se trata de que en condiciones de alzas continuadas de precios, tales incrementos no se estarían justificando por falta de oferta sino por la incertidumbre que provoca compras nerviosas-incremento forzado de la demanda-que el propio comerciante provoca con su acaparamiento, su contrabando de extracción, su ralentización productiva y con dichas alzas de precio a fin de esgrimir la escasez y pueda aplicarse la desarmonía entre oferta-demanda.

De manera que la restauración de la competencia o desbaratamiento de este supramonopolio alcista de precios sólo podría lograse mediante ventas supervisadas en comercios estratégicamente escogidos en sitios a los cuales podrían concurrir libremente todos los consumidores en la seguridad de que allí los precios serían competitivos. O sea, la restauración de los Pdvales y Bicentenarios libre de personal susceptibles de corruptelas como hasta ahora no lo han sido. No hablamos de bazares esporádicos, sino de establecimientos permanentes oportuna y diariamente provistos con horarios especiales que garanticen una mínima formación de colas. Así hasta que vayan quedando sin mercado los vendedores informales de todo tipo, salvo que compitan con dichos centros comerciales oficiales.


[1] Competencia hoy invisible en la presente situación de subas continuadas de precio por simple inducción de fabricantes e intermediarios, una actitud obviamente extraeconómica o política con fines belicosos. La famosa "mano invisible" del mercado a al fin se ha hecho diáfanamente visible.

 

[2] En realidad, eso está mal traducido ya que a lo que se refiere el fenómeno recogido por la ecuación del cambio es a que la oferta real descienda respecto a la demanda vigente, con lo cual ella recogería los casos de acaparamientos o del contrabando de extracción, casos que obviamente son silenciados por los mismos que esgrimen dicha ecuación para justificar y "vender" el alza de precios como un efecto y no como causa forjada



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Manuel C. Martínez


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