Algo más de la traición de los sacerdotes (3/4)

Lo que en el Huerto de Getsemaní parecía un acto de conciencia del «hijo del hombre entregado en manos de los pecadores», tal queda oscurecido en la cruz. Ni siquiera la reelaboración teológica de los evangelistas se creyó autorizada a poner en los labios y en la conciencia manifiesta de Jesús un planteamiento claro del sentido de su muerte. Jesús muere en la cruz acosado por sus enemigos, abandonado por sus discípulos; todo ello como resultado de lo que hizo en vida, todo ello como resultado de su oposición radical a quienes terminarían enviándole a la cruz. No aparece ningún sentido místico expiatorio, lo que le ocurrió en la muerte fue la consecuencia de lo que actuó en vida: el anuncio del Reino de Dios entre los hombres, a lo que se oponían los representantes del poder religioso, del poder social y del poder político. ¿Es, entonces, la referencia al por qué muere Jesús cuando el acento de los evangelistas en la pasión está puesto en por qué le matan los judíos y los romanos? Para responder a esta cuestión quedan por examinar dos pasajes fundamentales del relato de la pasión: La Institución de la Eucaristía y las palabras puestas en boca de Jesús con ocasión de su condena. No pretendemos entrar en el problema general de la Cena Pascual y de la Institución de la Eucaristía, desde el punto de vista aclarativo ni desde el punto de vista dogmático, nuestra pretensión se reduce a mostrar la conexión del por qué muere Jesús y del por qué le matan, la conexión entre el sentido histórico de su muerte y el sentido teológico respectivo.

Si se considera las diferentes lecturas de la institución eucarística (1 Cor 11, 24-25; Lc 22, 19-20; Mc 14, 22-24 y Mt 26, 28) en su versión actual, parecería evidente que Jesús en la víspera de su pasión consideraba purificadora su muerte. Aunque respecto del pan, como cuerpo suyo, nada dicen Marcos y Mateo, Pablo afirma que es por vosotros y Lucas que es entregado por vosotros; con estos últimos coincide Juan (6, 51) cuando pone en boca de Jesús que su carne es para la vida del mundo. Pero, al hablar del vino y de la sangre ellos son expresivos y hablan de la nueva alianza, mientras hablan de la sangre derramada por vosotros, añadiendo Mateo «para el perdón de los pecados». Según Pablo y Lucas, Jesús les manda a sus discípulos que lo sigan haciendo en su memoria y Pablo señala que, haciéndolo así, anunciarán la muerte del Señor. Este recuerdo de datos mostraría que Jesús en la cena habría tenido clara conciencia de la relación entre la Institución Eucarística y su sangre derramada por el perdón de los pecados y aun con una segunda venida suya. Se trataría de una nueva alianza sellada con un sacrificio. Vista la muerte de Jesús desde la cena poco o nada importaría el planteamiento del por qué le matan; lo importante sería el sentido de su muerte. De ahí a considerar que lo importante en el cristianismo es la celebración cultual de la pasión y de la resurrección de Jesús; sería ello la perfección de la realidad cristiana.

Pero un análisis del modo en que están redactados los textos pone en entredicho esta apariencia del relato eucarístico, si queremos saber lo que realmente ocurrió en la víspera de la pasión. En efecto, dos planos fundamentales deben distinguirse en el texto evangélico, el relato de la Cena Ritual de la Pascua y el relato de la Institución Eucarística; el primero más histórico y el segundo más litúrgico. En el relato más primitivo de Marcos 6 se hace explícita referencia a la celebración de la pascua judía: Jesús toma la copa, da gracias, se la pasa a los discípulos que beben de ella mientras les dice que no beberá más del producto de la vid hasta el día en que lo beba de nuevo en el reino de Dios. Es a esta cena a lo que aludirían las palabras: «con gran deseo, he deseado comer con vosotros esta pascua». En este plano del relato pascual nada rompe la continuidad de la conciencia histórica de Jesús. Jesús prevé su final, pero no desespera por prever la tragedia de su muerte, sino que positivamente establece su firme esperanza en el triunfo del Reino y el de su causa personal. Reunidos los textos de los sinópticos, tendríamos los siguientes elementos: 1) Ésto es mi cuerpo 2) Entregado por vosotros 3) Ésto es mi sangre 4) Derramada por muchos 5) Para el perdón de los pecados 6) Como alianza nueva y 7) Mandato a su recuerdo.

 



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José M. Ameliach N.


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