Los asalariados del comercio especulador se hacen cómplices porque no protestan

El derecho a la huelga debidamente justificada-hoy más que nunca-parece no involucrar al trabajador del sector comercial.

Sin embargo, ¿sabía usted que este sector del capital, el sector de los distribuidores, es el gran empleador del país, el que tiene más mano de obra empleada en esa intermediación entre las fábricas y los puertos y el consumidor final? Si le sumamos el sector informal, esa suma de empleo supera con creces a la burocracia total nacional, estadal y municipal juntas.

Bajo esas condiciones, el gran cómplice y soldado en esta guerra económica es el propio trabajador pobre del comercio formal e informal.

Para nadie es un secreto que ese sector opera a punta de salarios mínimos, salvedad de hecha de algunos tercerizados que les sirven de contador o tenedor de libros y del encargado o personal gerencial de esos comercios.

En esta guerra se les ha caído la careta que data de milenios, desde aquellos lejanos fenicios que visitaban las costas de Gran Bretaña en la Antigüedad.

Qué fácil les resulta a los comerciantes que los visite el proveedor, les recibe los inventarios y sus trabajadores bien mal pagados se encargan del resto de las operaciones. No les importa cómo se fabrica esas mercancías, ni de las vicisitudes de las fábricas. Para el comerciante las mercancías que llenan sus exhibidores parecieran venir del cielo. Hasta ahora, no conocemos una huelga de trabajadores del comercio, como tampoco del sector bancario.

Cuando la banca se ha parado ha sido por órdenes directas de sus dueños, pero para nada hemos visto un cajero, un promotor o afines de esos trabajadores de la banca protestar por sus miserables pagas ni por la conducta de este sector que no respeta las reglas de juego[1], que, más bien, está presto a servirle a los intereses de la alta burguesía. Las oficinas de los sectores populares suelen prestar servicios pésimos y humillantes a los clientes de 15 y último, mientras esa banca mantiene lujosas oficinas en los centros comerciales y zonas urbanas de la clase alta nacional. El trato de su personal es radicalmente diferente con respecto al que los caracteriza en esas oficinas bancarais de pobres pensionados y humildes trabajadores.

Estos trabajadores del comercio deben ser llamados urgentemente a no seguir colaborando con sus patronos especuladores. Con su complicidad actual están amolando cuchillos para sus propias gargantas por la crisis actual que al final los dejaría sin trabajo y hasta sin prestaciones sociales cuando estalle esta burbuja inflacionaria que nos empobrece a todos aceleradamente.

21/03/2016 05:15:45 p.m.



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Manuel C. Martínez


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