La burguesía no aprecia las mercancías con sus costes de producción, sino con precios del mercado

Pretendemos despejar el enigma teórico que sigue manejándose en la Teoría Económica, tanto burguesa como marxista, sobre el origen del valor, de la ganancia dineraria.

""…<> tiene exactamente el siguiente aspecto. Contemple dos sistemas alternativos y discordantes. Describa uno de ellos. Ahora transfórmelo tomando una goma y borrándolo todo. Luego escriba en el mismo lugar otro sistema. ¡Voilá! Usted ha acabado su algoritmo de transformación. Con esa técnica uno puede "transformar" el flogisto en entropía, Ptolomeo en Copérnico, Newton en Einstein, el Génesis en Darwin, y también la entropía en flogisto…""[1]. Así fue como Paul Samuelson pretendió borrar la solución científica y macroeconómica que Karl Marx le dio al problema del valor que ya llevaba sus buenos 2 milenios sin solución alguna de parte de nadie, ni siquiera de Aristóteles, El Estagirita, ni de éste como excelente polímata que lo fue.

Ahora decimos nosotros: La refutación de P. Samuelson al supuesto burgués de la transformación de valores en precios de producción[2] tiene exactamente el siguiente aspecto: Contemple dos sistemas opuestos y alternativos. Describa el sistema capitalista que fija precios de venta ex post, o sea, tomando el precio del mercado de las mercancías sucedáneas que como valores de uso más se asemejen a las producidas por cualquier empresa burguesa. Ahora transfórmelo tomando una goma y borrándolo todo. Luego escriba en el mismo lugar el sistema descubierto y expuesto por Marx. ¡Voilá! Usted ha acabado con la refutación samuelsoniana. Con esa técnica uno sí puede transformar los valores creados en la producción en precios de producción, en precios de mercado, la plusvalía en ganancia, y esta en aquella.

Este es el caso que mueve el presente ensayo: Extraño, increíble y aparentemente disparatado, pero los empresarios burgueses jamás han operado, a los efectos de la formación de sus precios de venta, con los llamados costes de producción ora costes marginales, ora costes medios y afines. Estos términos de "costo" han sido más bien términos meramente contables, costos de libros y para estos, no para formar precios de mercado.

Del precio de las mercancías ya marcado en el mercado se deducen los costos de producción y así queda determinada la ganancia, independientemente de cuánto y realmente haya costado la fabricación y distribución de esas mercancías.

Mediante ese procedimiento, la tasa de ganancia la botaría el precio tomado de dicho mercado y el precio de costo que obviamente suele ser adecuado en los libros con ánimo de presentar una arbitraria tasa de ganancia a los ojos de terceros. Doblemente arbitraria porque descansa en precios del mercado que no necesariamente coincidirán con el valor de la mercancía, aunque será el ingreso concreto que recibe el empresario, y también arbitraria porque son varios los costes ficticios que la empresa carga para informar sobre ganancias subvaloradas.

Cuando el Estado regula la tasa de ganancia simplemente estaría rebajando la plusvalía sólo considerando que el precio de venta se calcule como suma de costes de producción más la ganancia acorde con la tasa correspondientemente regulada, aunque así se corra el riesgo de: 1.- que la empresa infle los precios[3] a su conveniencia para minimizar dicha tasa, y 2.- que le cargue al consumidor costes no imputables al costo de producción, sino, más bien a los accionistas[4].

Para explicar esa práctica habitual, auténtica y burguesa, empecemos por saber que los medios de producción, aunque estos entrarían en los costes de los fabricantes de bienes de orden superior como valores de uso que terminan transformados en otros y estos serían los soportes físicos del valor de cambio, esos "medios de producción", decimos, son comprados en el mercado donde por lo general sus fabricantes suelen ser mono o paramopolistas y como tales operan coyunturalmente de la manera arbitraria que más les convenga. Este cálculo arbitrario del precio de venta sirve para marcar los precios de venta de otras mercancías según las características naturales o artificiales que suponga su fabricación. Así, si sube el cambur manzano, sube el cuyaco; si estos suben, así lo hacen los de las demás frutas; si sube el precio de las baterías de los automóviles, subirán los precios de los cauchos, cosas así.

Tal es la manifestación de lo que Adam Smith dio en llamar la "mano invisible del mercado", respetada por Marx en su conversión de valores en precios de producción.

Esa transformación descansa obligatoriamente, como módulo mercantil, para la economía privada y la socialista.

Esa formación de los precios se apoya en el hecho contable de que sus clientes se limitan a cargar como costes de producción los precios que les fijen en el mercado, sin importar si su monto resulta especulativo o no, costes que a su vez no entrarán en la formación de los correspondientes precios de venta, sino para cuantificar la ganancia resultante de rebajarlos del precio de mercado al que esos nuevos bienes terminen vendidos.

Así, dado el precio = x, para la mercancía X, entonces el fabricante buscará mediante competencia interclasista una tasa de ganancia que suele ser tendenciosamente igual para todos los fabricantes, comerciantes y banqueros, al margen de las ganancias extras que ya por razones de desbalances en la Ofertademanda y en la Demandaoferta, suelen sobrevenir. El respeto a la ganancia máxima regulada por el Estado será ajustada arbitrariamente por los productores para lo cual tiene recursos de organización empresarial, mejoras productivas y afines.

Los cálculos marxistas no son los que adoptan los capitalistas, son sólo referencia modulares que buscan explicar cómo y de dónde sale la plusvalía. Marx siempre aclaró y enfatizó que el salario no cubría el valor creado por el asalariado en lo personal y menos en equipo donde es más creativo y la plusvalía suele dispararse gratuitamente; aclaró y enfatizó que el resto de los costes son constantes, que no agregaban valor alguno más allá del que hubieran costado en el mercado, pero, en cambio sirven para ser adulterados con fines fiscales y justificar el respeto a la tasa de ganancia que imponga el Estado.

Considerar la estructura de costos como componente final de los precios del mercado-del valor-ha sido una estrategia teórica para engañar al mundo. Cada productor se orienta por los precios del mercado, a esos les resta sus costes reales y falsos de producción y determina así su ganancia remanente. La plusvalía es ignorada y los demás costes de producción no agregan ni quitan valores.

Seguiremos con este ensayo.

[1] Academia de Ciencias de la URSS, Ciencias Sociales, (Moscú); 1980, p. 217.

[2] Véase la cita anterior y este link .

[3] Los conocidos métodos de la Contabilidad de Costo conocidos como UEPS (últimos precios que entran, primeros que salen) y el PEPS (Primeros precios que entran, primeros que salen) son mecanismos expeditos que viabilizan la sobrecarga de precios al consumidor, por una parte, y por otra reducen las ganancias gravables. Ambos métodos confirman que los precios de venta son fijados por el mercado y no por la estructura íntima de costos. De allí la "racional" afirmación burguesa de que la ganancia proviene del mercado y no de la explotación de los trabajadores. Romper ese viejo y endurecido esquema, ver el trasfondo contable, fue una ingeniosa y racional hechura de Karl Marx.

[4] Los pagos por mano de obra contable, jurídica, gerencial y afines son desembolsos para la custodia y administración del patrimonio de los accionistas, pero no forman parte intrínseca del costo de elaboración de las mercancías involucradas



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Manuel C. Martínez


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