División del trabajador y división del trabajo

Paradoja especial: Todos somos ensambladores, pero no nos ensamblan, sino que nos dividen.

Cuando aquí empezó la fiebre del ensamblaje doméstico de automóviles traídos de EEUU, años 60, si bien recordamos, mismo ensamblaje que nos fue vendido como señal de progreso y ahorrador de divisas, como un mecanismo industrial para aumentar el empleo de asalariados-expresión eufemística de "empleo de productores de plusvalía"-decimos, esa fiebre industriosa ensamblajista de automóviles nos hizo olvidar que todas, absolutamente todas, las mercancías importables y nacionales pasan necesaria e inevitablemente por un forzoso proceso de ensamblaje.

Inclusive, los proyectos de mercancías se grafican previamente con todas sus partes, sus detallados costos, sus materias primas, sus implicadas faenas laborales sucesivas y complementarias que de consuno armoniosa y acopladamente desembocarán, cual metamorfosis artificial, en el bien proyectado.

Los trabajadores ensambladores son debidamente dispuestos en los talleres capitalistas-eso lo sabemos-a fin de que cada uno realice sus correspondientes acoplamientos de las partes de las mercancías de la fábrica correspondiente. Tienen prohibido conversar entre sí hasta de sus asuntos íntimos, hogareños, de sus vicisitudes, sus problemas; hasta se les prohíbe saludarse porque ya dejaron de ser personas libres. Al traspasar el umbral de la fábrica, de allí en adelante, se transforman en capital ajeno, que pertenece al patrono o al contratista del patrono.

Unos fungen de empleados y otros de obreros(despectivo de trabajadores, una expresión que, si bien deriva de obra creativa, el sistema se encargó de desprestigiarla porque desde los tiempos prebíblicos la clase dominante despreció todo tipo de trabajo, lo endilgó a los esclavos y trabajadores similares, con lo cual la persona y su trabajo quedaron fundidos en el imaginario del explotador de turno: Yo soy persona, dice para sí el capitalista; mientras ellos son poco menos que máquinas parlantes, continúa diciéndolo, creyéndolo y defendiéndolo en las academias, en las universidades, en sus conferencias que corren a cargo de sus trabajadores profesionalizados y tarifados.

Total que la división ya no es del trabajo, lo es de los trabajadores: unos, ya lo dijimos, son "empleados", otros, obreros; dentro de esos dos separatistas grupos, unos son obreros de planta, supervisores, jefes de secciones, torneros, carpinteros, electricistas, contabilistas, porteros, jefes de grado 1, de grado 2; jefes de jefes, etc., etc. Toda una división de los pocos trabajadores que puede albergar una empresa para que ensamblen mercancías, pero en conjunto tenemos ante notros una bien cimentada división radical de los trabajadores. De allí que hasta cada uno de ellos ande por su lado. Por estas razones, que no son conchas de ajo, no se puede ensamblar a los trabajadores.

Ese proceso divisionista, como todos, pasa por varias fases, pero no debemos confundirlas con las fases metamórficas de los seres vivos humanos que por ser sociales se hallan asociados en las calles aunque en las fabricas los desunan.



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Manuel C. Martínez


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