Trincheras de Ideas

De Robert Serra a Zulay Aguirre, una misma lucha, una misma bandera

Hace exactamente un año caían inmolados dos jóvenes promesas de la Patria, Robert Serra y su camarada y amiga, María Herrera.

¿Qué le habían hecho estos jóvenes cargados de pureza al “El Colombia” Leiver Padilla y su banda de asesinos paramilitares colombianos y venezolanos, incluido su hijo y otros miembros de lo que dice es su familia. ¿Qué tanto daño le hicieron a Álvaro Uribe, ese monstruo genocida, responsable de la muerte de miles de colombianos, que ordenó sus muertes, esos dos jóvenes enamorados de la Revolución que estaban construyendo?
Ha pasado un año de aquel terrible suceso y en esos doce meses se han producido importantísimos hechos, trascendentales diría yo, que han estremecido la más honda sensibilidad de nuestro pueblo. Pudieran escogerse tres para no hacer tan extensa la brevedad del artículo.

La primera es la decisión del presidente Maduro, de su Gobierno y del Estado venezolano en buscar hasta debajo de las piedras hasta el último integrante de la banda criminal/paramilitar y sus autores intelectuales. Con paciencia se movió la Inteligencia del Estado venezolano buscando los asesinos. Uribe hizo, con su alta cuota de poder e influencias dentro de los poderes del Estado colombiano, lo imposible para evitar que Leiver Padilla no fuese extraditado a Venezuela, incluso eso le costó el cargo al embajador uribista colombiano en Venezuela Luis Eladio Pérez, quién pretendió manipular con la colombianidad de Padilla hizo una defensa a destiempo del criminal y metió su hocico en los asuntos internos del país y fue reprendido por su jefa la cancillera Holguín.
Pasaron meses, seguramente de intensas luchas y enfrentamientos dentro del establishment colombiano tratando Uribe que Padilla se quedara allá; al final la sensatez y la legalidad se impusieron y el criminal fue extraditado y está siendo enjuiciado.

Cayó un autor intelectual menor, Julio Vélez, asesino de su esposa, protegido por Jaime Granados, abogado de Álvaro Uribe Vélez. Dueño de la empresa cambiaria “Meca Cambio”, empleada para el lavado de dinero fronterizo. El delincuente era el coordinador, preparador y financista del crimen del diputado revolucionario. Falta uno por apresar y enjuiciar, el capo/paraco mayor, Uribe, que ordenó esa muerte. La mano de la justicia es larga y alcanzarán a este criminal, Rober y María serán vengados.

La segunda, el impacto que se produjo y produce en amplios sectores juveniles del país. Con el asesinato de Robert y María, el demente Uribe quería matar los sueños juveniles de estos jóvenes, cortar de cuajo su desarrollo como líderes políticos, promesas del mañana. Igualmente querían él y su gang mafioso y criminal amedrentar, asustar a la juventud, que su ejemplo no cristalizara en los jóvenes, se replegara de la participación política, volvieran a la idiotez, a lo insulso, lo banal. Pero resultó todo lo contrario porque el ejemplo de Robert ya había cuajado en el seno de los jóvenes. Baste verlo en cómo han surgido en este año organizaciones populares que llevan el nombre del joven revolucionario socialista. Y, quizás el aporte más importante, la masiva apertura a la juventud en las planchas del Psuv.

La tercera es, a mi juicio, realmente sorprendente por inédita. Una madre adolorida que en el medio de su pena, de haber perdido a su hijo amado, promesa política del futuro del país, antes que cayera al suelo la bandera redentoras de la Revolución, ella las tomó entre sus amorosas manos, las levantó con gesto ceñudo y gritó: “¡Adelante! La roja bandera que llevaba mi hijo en las batallas políticas cuando iba a la vanguardia de miles de jóvenes defendiendo a Chávez, su padre y maestro político, y a la revolución de los humildes, ahora yo la llevaré y no la dejaré caer”.

Como un huracán tropical la vida de Zulay Aguirre se movió este año desde la muerte de Robert. Su vida cambió totalmente, pudiera decirse que se produjo una metamorfosis en ella. No es una metáfora aquello que levantó la bandera revolucionaria que llevaba Robert en la vanguardia. Junto a la bandera iban los ideales revolucionarios, las esperanzas de un pueblo que construye su redención. Traía una base, su trabajo social entre las comunidades y su militancia política en el chavismo. Y, algo que no se ha dicho, su hijo era su maestro de política. Pero la muerte de Robert fue un corrientazo en la vida de Zulay, esa humilde y valiente mujer dio, lo que en las ciencia marxista del materialismo histórico se llama un Salto de Calidad o Cualitativo. Comenzó a emerger una militante política con fuerza de liderazgo, con la sabiduría popular de ese pueblo del que ella viene.

Lanzó su candidatura a diputada en las elecciones internas del Psuv por el Circuito 2, donde iban nombres de peso, políticos renqueados, jóvenes que iban subiendo como cohetes en el zenith de la política. Hizo recorridos, contactó miles de personas y, finalmente, fue elegida como candidata a diputada en las masivas elecciones del 28 de junio. Es la candidata a diputada de mayor arraigo popular, sus avances políticos son notorios y, lo hemos visto, su discurso sencillo, directo, utilizando el mismo que utiliza el pueblo para entenderse, pero con su carga política revolucionaria, esperanzadora, le llega a los vecinos, a la gente de los cerros y zonas altas de parroquias como San Juan, en los urbanismos de la Misión Vivienda, en la ciudadela de bloques que es la parroquia 23 de enero.
Una singular e inédita situación donde hijo y madre se reencuentran en la lucha política. La madre sigue la lucha y los ideales del hijo. No es cualquier cosa ser diputada de una instancia tan importante y poderosa como la Asamblea Nacional desde donde se traza en buena medida el destino del país. ¡Éxitos camarada Zulay!


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Humberto Gómez García

Director de la revista Caracola. Pertenece al Movimiento de Medios Alternativos y Comunitarios (MoMAC). revistacaracola.com.ve

 humbertocaracola@gmail.com      @hgcaracola

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