Las tarjeticas de débito y la usura sin límite

Cambistas” paralelos, además del dólar  no controlado. 

Hasta ahora, el comercio pre y el c. capitalista mutan, pero  sustancialmente no cambian; son como nuestro sol, el mismo que contemplaron nuestros antepasados.

 

Los “bancos” dinerarios de los cambistas  son milenarios, precedieron a  la banca moderna, allá por los tiempos bíblicos de cuando Jesús  echó del  templo a chaparrazo limpio a los mercaderes  de marras.

 

Ya en la segunda mitad del Medioevo y   de cuando despegó ese agigantado mercado que se abrió con nuestro continente  surgieron los pioneros de nuestros banqueros modernos, y  ya  prexistían los cambistas  o canjeadores  de las variadas monedas   que se acuñaban sin ninguna uniformidad ni control regional alguno.

 

 Como esos cambistas despachaban desde unos banquitos en los puertos a los efectos de cambiar unas monedas por otras a los viajeros y comerciantes regionales,  interregionales   e intercontinentales,  de allí derivó la voz de banqueros adoptada finalmente por los agentes bancarios   y   financistas modernos a partir de la estandarización de la moneda introducida  por los comerciantes italianos.  

 

Así, ahorita mismo y desde hace varios lustros, en Venezuela camina un mercado de cambistas del dinero bancario privado por dinero en efectivo, el de las tarjetas de dédito que tan alegremente y para comodidad de la banca privada  vienen circulando sin mayores controles, más allá del que ejerce el propio banco emisor a fin de que el tarjetahabiente no lo estafe.

 

Hemos presenciado  con nuestros propios ojos y oídos cómo hay comerciantes dedicados a facilitar  efectivo sin límite alguno    con intereses instantáneos de 10% al instante y hasta más. Así, 10% de Bs. 1.000 = Bs.100, y como hoy con esta cantidad  de dinero apenas cubrimos una carrerita en un taxi de tercera, el cliente cae ante semejante usura, jamás conocida en la historia de Venezuela y quizás del mundo de las finanzas legales e ilegales. Este usurero, además, se ahorra viajes a la banca, y ya no despreocupe mucho por la custodia de sus dinero en caja.*

 

Para regular el buen uso de este nuevo mercado usurario bastaría con obligar a todas las bodegas, a todos los comercios a que acepten estas “tarjeticas” y sin chistar, y aunque estos usureros estarían "haciéndole un favor" a los  esos tarjetahabientes, recordemos que es la excusa de todo usurero.

 

 Aquí las juntas comunales y el propio consumidor tienen y podrían jugar un interesante papel “patriótico”, salvedad hecha de las posibles matracas que de allí  se deriven,  para combatir lo cual el Estado definitivamente debe dejar a un lado tanta blandenguería como la aplicada hasta ahora. Hay un costo político muy elevado en este asunto de la impunidad y tardanza en aplicar una  severa justicia. La Revolución Francesa no hubiera servido para un cjo. si los castigos sobrevenidos con inmediatez cotidiana hubieran esperado los tiempos judiciales que seguimos sufriendo por ahora.

 

El control y uso de esta necesaria y moderna forma de dinero representado por las tarjetas de débito, debe ser reforzada urgentemente porque hasta ahora, por ejemplo, no la acepta el metro, ni los taxistas, ni los comerciantes menores, ni los artesanos a domicilio, porque supuestamente la banca no les responde con la prontitud del caso, consecuencialmente, los comerciantes "tienen y no tienen" mucha razón en dar preferencia al pago de contado y en dinero efectivo sin pasar por los engorrosos y tardíos procedimientos de una banca comercial que se niega a trabajar todos los días y hasta con turnos nocturnos porque, como sabemos, el comercio y las necesidad de dinero   ocurren a toda hora del día. Este desfase debe ser minimizado urgentemente, y con la energía que la coyuntura económica y política amerita.

 

Resulta que  la banca privada, paradójicamente, mientras peor sea su servicio prestado, más ganancia deriva. Así, menos días hábiles, más dinero retenido para sus operaciones crediticias; mientras más tarde en atender a sus clientes, menos desembolsos y menos apuros en su liquidez, etc., Igual pasa con sus ya obsoletos e ineficientes cajeros automáticos.
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* De pasapalos, este comerciante no paga impuesto alguno por la ganancia de esta usura mediante  venta de dinero en efectivo en  dinero bancario.
 

11/04/2015 06:49:14 p.m.


[1] Creemos que el Banco Central de Venezuela debe vigilar más de cerca el uso indiscriminado de este tipo de dinero.



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Manuel C. Martínez


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