La rebelión de los sicarios, de los verdugos, de los mercenarios

Dejamos a un lado cualquier asomo de maquiavelismo, y no precisamente porque Maquiavelo haya cometido alguna desviación política.

Creemos que estos operadores de diligencias ilegales son también criaturas del capitalismo. Trabajan según su manera de ver e interpretar las aberraciones del modo burgués. Trabajan por dinero a montones, independientemente de que su oficio sea matar, torturar, degollar y afines. "A nadie le amarga el azúcar".

Como la Economía de un país burgués crea una forzosa interdependencia con las gestiones del Estado porque las instituciones públicas también se hallan vinculadas con la empresa privada, obviamente los movimientos antisociales que haga el capitalista repercutirán en las de orden público a corto y/o mediano plazos. La corrupción en la empresa privada trasciende a las labores públicas y viceversa; pero, eso sí, se crea así un verdadero círculo vicioso, un entuerto difícil y complejo de reparar a corto plazo.

Se conoce de los casos de destrucción de alimentos ya procesados, y de la adopción de posturas huelgarias de lock outs con fines de incrementar un capital ya de por sí usado en la explotación de asalariados.

Se conoce la minimización del empleo para encarecer precios en el mercado demandante, y en paralelo en el mercado oferente tanto de medios de producción como en la bolsa de trabajo.

El hambre agudizada en el mundo burgués y en permanente espera de solución ha sido una de las características más pesadas evidentes del sistema. Ni qué decir sobre las causas principales de las 2 Guerras Mundiales del pasado siglo XX.


Si esos hechos no son claras formas de sicariato a cargo de mercenarios, de verdugos y de “sicarios” militares y civiles bajo las órdenes del capitalista anónimo, entonces, ¿qué son? Porque, a no servir para nada, cesadas las guerras, dejan la recidiva de un perverso modelo ofrecido por los protagonistas beligerantes.

De manera que este “trabajador” podría ir despertando y reconsiderando su papel en el enriquecimiento malsano de sus contratistas. Le bastaría con sacar cuentas e inferir que si él recibe buenas remuneraciones, estas dependen de ingresos superiores alcanzados por dichos contratistas, y que, mientras él queda rayado en su mente y en los archivos policiales del Estado, sus contratistas siguen acumulando dinero para incrementar la explotación ordinaria de asalariados y la que irregularmente practican con estos trabajadores paralelos o tercerizados de alto costo.

28/12/2014 06:09:24 a.m.


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Manuel C. Martínez


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