A lo largo de varios años escuchamos a la oposición criticar un régimen cambiario que estimula importaciones baratas que desplazan la producción nacional. La oímos cuestionar el precio de la gasolina que atiza un consumo irracional y el contrabando de extracción. Criticaron un control de precios que -al rezagarse en comparación con los costos- condena a sus empresas a sufrir pérdidas que desestimulan la producción y generan los problemas de escasez, acaparamiento y especulación que tanto malestar despiertan en la población.
Pero esa misma oposición que una y otra vez exigió la corrección de las distorsiones cambiarias, fiscales, monetarias y de precios, tan pronto como el gobierno anunció su disposición de tomar medidas correctivas, dio un viraje de 180 grados y se dedicó a desvirtuar las medidas que hasta hace nada exigían, acusando al gobierno de estar preparando un "paquetazo rojo" que empobrecería a la Nación.
Al gobierno le ha faltado una eficaz campaña comunicacional para explicarle al país la conveniencia de las medidas que hoy resultan más que obvias para normalizar el funcionamiento de la economía. Atrapado en sus creencias limitantes, le atribuye un costo político a los correctivos que más bien podrían potenciar su opción de triunfo en las próximas elecciones parlamentarias. En consecuencia, mantiene un régimen de cambios múltiples que es aprovechado por los especuladores y corruptos que andan a la caza de los dólares baratos de Cencoex y Sicad 1 para luego venderlos más caros en el paralelo; mantiene un precio de la gasolina que arruina a Pdvsa y es el principal incentivo al contrabando de extracción de más de 100 mil barriles diarios; y, refuerza un ineficaz control de precios de productos esenciales que no se consiguen porque nadie los produce a un precio menor que lo que cuesta fabricarlos.
El 70% del PIB está bajo control del empresariado privado que mayoritariamente simpatiza con la oposición, mientras que los trabajadores se identifican con la acción gubernamental. Sanear la economía para reactivar la producción y derrotar la inflación conviene a ambos, pero requiere un acuerdo básico entre gobierno y oposición.
Así como la batería de un carro tiene una polaridad que debe respetarse para evitar un cortocircuito, si el gobierno y la oposición se empeñan en conectarse los cables auxiliares al revés -con la crítica negativa a medidas que tendrían un impacto positivo- se prolongará la inacción que no deja corregir las distorsiones macroeconómicas ni reactivar el aparato productivo.
La oposición juega a la inacción para llevar al gobierno a perder las elecciones parlamentarias y presidenciales. Pero esta polaridad invertida no va a dañar la batería de un vehículo, sino los mecanismos básicos de funcionamiento de la economía nacional.
Ante el creciente deterioro de la situación económica, un eventual gobierno de la oposición se vería obligado a tomar -en el primer mes- medidas tan antipopulares que provocarían una crisis de gobernabilidad de enormes proporciones que les impediría mantenerse en el poder.