Cómo ir a las elecciones burguesas y no perderlas

Por Toby Valderrama y Antonio Aponte

La Revolución se estancó, y ya sabemos que la parálisis es seguida de restauración. El perfil revolucionario se pierde, se desvanece en la fusión con su adversario. El Socialismo queda como un eco lejano, un recuerdo que se borra con el tiempo, una culpa que el gobierno debe expiar. En estas condiciones, la dirección, sin visión de futuro, con la única preocupación de permanecer, se ensimisma, pierde conexión con la masa, la realidad le es extraña.

Así se crea una orfandad de conducción que es sustituida por la apariencia, por actos, televisión, discursos esquizoides, desespero por ocultar la debilidad. Lentamente, el pasado emerge de la costumbre y la Revolución, incapaz de defenderse, despojada de futuro, se convierte en lo que antes combatió, pierde su razón de ser. Hoy se habla cada vez menos de Revolución, de Socialismo, y cada vez más de elecciones burguesas.

Las elecciones burguesas cumplen su papel de reafirmación capitalista, conducen a la sociedad a la disputa egoísta, son un evento individual acorde con la lógica capitalista, afincan en la sociedad la política que busca el beneficio de grupos, de individuos, disipan cualquier visión de sociedad. De las elecciones burguesas emana el sistema fortalecido, el egoísmo prospera, el resentimiento cunde y la visión social se esfuma.

Lo anterior siempre se cumple, pero en estas circunstancias la elección burguesa deja en evidencia el agotamiento de la propuesta del gobierno revolucionario que, al apartarse del Socialismo, disminuye su fuerza. Sería un error que se encararan las elecciones con las armas melladas de la burguesía, que las asumiéramos como un torneo de mercado, con efectismo, con recursos de publicidad. De esta manera nos igualaríamos a la oposición, y la disputa quedaría en el terreno de lo superficial. Se olvidarían las causas profundas por las cuales apoyar a la Revolución, perderíamos las mejores armas, no tendremos poder de convocatoria más allá de los intereses mezquinos de los grupos que ya emergen. Los errores, las carencias nuestras, serían el centro del torneo, no se hablaría de  las hermosas posibilidades que ofrece el Socialismo, y de la condena infinita que significa el capitalismo. Sería un carnaval, una pugna de caretas.

Sería un error de la soberbia pensar que el problema de la Revolución es un problema técnico, desdeñar el bajón espiritual que hoy sufre la Revolución, creer que todo se arreglará con sólo modificar un poco la estructura organizativa, un poquito de aceite aquí, un gritico allá, muchas reuniones televisadas, promesas de recompensas material, contar las pompas de jabón organizativas, que más están en los papeles o en las pantallas de los laptop que en la realidad. Por el camino de lo material y del aparato la brecha con la realidad, con la masa, se ensanchará y los resultados serán adversos.

Las elecciones son ocasión para retomar el manantial original de la Revolución, la convocatoria al sentido de sociedad, para recuperar la estrategia socialista, al Comandante Chávez, prócer del Socialismo, y devolverle la vitalidad, la pasión al proceso; para recuperar la coherencia del discurso, para darle credibilidad.

La batalla electoral, para la Revolución, no puede tener los mismos métodos, los mismos objetivos, las mismas armas, que la burguesía; es necesario ensayar nuevas maneras de ganar y simultáneamente derrotar la lógica burguesa electoral. Chávez lo hizo, sus hijos también podrían.

A un año de las elecciones, hay tiempo para tomar algunas medidas preventivas, por ejemplo:

Establecer que ser diputado no es una profesión, una manera de ganarse la vida; los diputados nuestros deben tener su profesión, las reuniones deben ser espaciadas, sólo para discutir los grandes problemas, la estrategia. El poder popular, consejos comunales, comunas, el gobierno les garantizarán a los diputados la estadía y la manutención, mientras duren las reuniones; una ayuda modesta por parte del Estado, quizá un sueldo mínimo para los diputados que carezcan de medios de vida. De esta manera los oportunistas, caza puestos, no tendrán incentivos para participar. A estos efectos, harán un juramento público y entregarán su renuncia firmada, notariada, y su compromiso de cumplimiento de las normas que dicte el PSUV al Presidente Maduro.

Así se diferenciará la Revolución de la oligarquía, la Asamblea comenzará a transformarse en un organismo de un nuevo poder. Se estará cambiando, más allá de la retórica, al Estado burgués.

 

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Toby Valderrama


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