Desde el siglo XVIII y hasta los primeros años de la década de los 50 del siglo XX, la producción de cocuy, (para referirnos a la bebida alcohólica autóctona originaria del semiárido larense y falconiano,) preservó su esencia de producto de la economía popular endógena, y su destilación era efectuada por campesinos y por pequeñas y medianas industrias típicas en alambiques artesanales con serpentines de cobre. Durante ese período colonial y republicano predominaron en la elaboración del cocuy las artes y técnicas tradicionales basadas en la trasmisión de conocimientos y saberes ancestrales entre generaciones de cocuyeros , y la producción del cocuy, derivado de la planta de agave cocui, abastecía a los cuatro vientos las festividades de extensas regiones venezolanas.
El ascenso y consolidación social durante la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez de una burguesía urbana con paradigmas importadores y rentistas, modificó el ámbito económico y social del país. Desde los años 40 del siglo pasado, se acentuaron las importaciones de whisqui y otras bebidas pagadas con los dólares petroleros, y los productores artesanales de cocuy pronto fueron considerados un incómodo obstáculo para los planes hegemónicos de la poderosa burguesía licorera. El Estado venezolano de otrora , fiel vasallo de la burguesía importadora y seudo-industrial, sometió a los campesinos artesanos y a las pequeñas unidades de producción de cocuy a normas industriales extranjeras , a exigencias irrealizables de añejamiento y a descomunales registros burocráticos, tributarios y sanitarios. Los funcionarios públicos, aliados a sueldo de la oligarquía licorera, desconocieron las habilidades ancestrales de los artesanos y maestros cocuyeros, que habían demostrado por siglos la calidad de sus destilados nativos, y pretendieron sustituir esos conocimientos con requisitos y reglamentos de perfil industrial .
Contrariamente a México, donde predomina la “sabiduría telúrica de los maestros mezcaleros ” y la eficacia de sus métodos artesanales y ancestrales , en Venezuela se satanizó a esa expresión de la cultura popular y se persiguió y reprimió a sus protagonistas.
La reforma de la Ley del Impuesto sobre el Alcohol del año 2005 promulgada por el presidente comandante Hugo Chávez, autorizó (legalizó) nuevamente la producción artesanal y popular del cocuy, haciendo énfasis en las medidas de protección y repoblación de la especie botánica, el agave cocui trelease, y delimitó su procesamiento a la esfera de la economía social “a través de la utilización de artes o técnicas tradicionales”.
Sin embargo, nueve años después de su reforma, el mandato de esa Ley aún reposa en el papel para los cocuyeros larenses, y los funcionarios adversos de otros tiempos perviven en las actuales instituciones públicas, despreciando el marco legal que beneficia a los artesanos. Ese limbo legal, y la evidente negligencia de autoridades con competencia en materia de alcoholes ha dado origen a la aparición de una economía informal y masiva de aguardientes majunches y baratos de azúcar de caña o melaza, que se expenden usurpando el nombre de cocuy, y que en la inmensa mayoría de los casos, no emplean ni un solo gramo de la planta de agave cocui, constituyéndose por su precaria e irregular destilación en un grave e impune problema de salud pública.
El auténtico y autóctono cocuy, obtenido con métodos artesanales y ancestrales de la tradición popular larense, se reconoce por sus densos y frutales aromas y sabores, y porque en su minuciosa elaboración predomina la materia prima vegetal del agave cocui, es decir, los azúcares de agave contenidos en los jugos y mostos obtenidos de las cabezas, piñas o pelonas horneadas de la planta de cocui. (Continuará)