Si las guarimbas continúan, la clase media venezolana se hunde

Comencemos por tipificar a una Familia de la Clase Media y en el caso de Venezuela, la única manera de definirla, es por sus niveles y capacidad de consumo. Las otras categorías como: Nivel educativo, cantidad de tierras, cabezas de ganado, sacos de cacao, apellido, obras literarias, etc. quedaron en desuso a partir del inicio de la era petrolera.

Los símbolos de consumo que caracterizan a los núcleos familiares de la llamada Clase Media venezolana y que la demarcan de los sectores populares o clase baja, han sido y son los siguientes:

1.-La posesión de, por lo menos una vivienda propia, equipada y amueblada en una zona residencial gozando de todos los servicios públicos.

2.-Vehículos automotores para el transporte de la familia (como mínimo dos, si ambos manejan y tres si hay hijos ya adultos) y con las posibilidades reales de poder cambiarlos cada año.

3.-Póliza al día de seguros para enfrentar cualquier problema de salud de toda la familia.

4.-Accion o membresía en un club para la recreación de fin de semana y vacaciones.

5.-Posibilidades de salir a vacacionar al exterior, por lo menos una vez al año y poder traer vestidos, calzado, perfumes, carteras y utensilios para uso personal.

6.-Tener a los hijos estudiando en colegios privados y el nivel superior en las universidades autónomas y /o privadas.

7.- Posibilidades de consumir productos alimenticios y delicateses traídas de Europa y/o USA; salir a comer fuera de la casa, en restaurant de categoría, por lo menos una vez a la semana.

8.-Ingresos suficientes, (mínimos 20 salarios) para cubrir los gastos ocasionados por los anteriores siete ítems, sin tener que sacrificar alguno de ellos o tener que forzarse trabajando, dejando de atender las necesidades afectivas de la familia. Grupo familiar que no esté en condiciones de satisfacer los ocho puntos antes descritos, no puede catalogarse como miembro de la Clase Media Venezolana de la era petrolera. Si usted creía que pertenecía a esa clase, bájese de esa nube y no se vista, que no va.

Una familia que esté en las condiciones antes descrita, forma parte real de la Clase Media, aspirante a formar parte de la pequeña burguesía parasitaria, pues obtienen rentas seguras derivadas del trabajo personal, haciendo trabajar a otros para su beneficio y en el caso específico venezolano, por apropiación de parte de la renta petrolera que obtienen del Estado.

Para una familia Venezolana, de esas que hemos superado el nivel de pobreza, a las que nos sometió la Cuarta República y con aspiraciones de tener los niveles de consumo de la Clase Media que hemos conocido, no hacemos nada apoyando guarimbas y es contraproducente pues deterioramos los ambientes que hemos logrado construir y nuestras viviendas se deprecian, haciéndonos caer de nuevo en la pobreza. El tener que hacer colas para adquirir comestibles nos coloca a niveles de indigencia y con ello se afecta nuestra dignidad. No nos importa hacer colas para viajar, para estudiar, por tránsito trancado, por obtención de divisas, por cualquier otra cosa es aceptable, menos para comprar alimentos.

Si hay algo, que lastime el orgullo de un Clase Media, es tener que hacer una cola para obtener los víveres necesarios para su alimentación. Eso los rebaja a niveles de rumiantes. Esta es la razón por la cual el primer trabajo que hicieron, los que conspiran para acabar con este proceso social de igualación, que consiste en llevar la mayor suma de felicidad posible para todos, fue crear la escasez y desabastecimiento alimenticio a fin de horadar la fe en la revolución bolivariana y quitarle su base de sustentación.

Con el fenómeno que estamos viviendo de las guarimbas, en sectores acomodados de la Clase Media, hemos constatado que han deteriorado sus niveles y calidad de vida, dejando de ser un referente para los que aspiran a vivir como ellos. Ahora resulta difícil, el poder definir que es el buen vivir, pues la Clase Media que nos servía de guía orientadora, ahora resulta que no lo tiene y que está resultando vivir mejor y más seguro en Catia que en Prado del Este. Así no se vale, después de luchar tanto, para salir de la pobreza vivida en los cerros y quebradas caraqueñas, tener que asumir que allí vivíamos mejor, es como: “nadar mucho para morir ahogados en la orilla”. Por eso decíamos cuando éramos pobres: “cuando el pobre lava, llueve”. No pegamos una.





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Juan Veroes


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