Más sobre Guerrilla económica del pequeño capitalista

 

 Las mercancías del mercado financiero[1]

 

Partamos de que tanto el fabricante como sus correspondientes intermediarios comerciales y banqueros son en común comerciantes por encima de cualesquiera otras funciones productivas[2].

 

Dentro de esa clientela se hallan los pequeños comerciantes, pequeños capitalistas. Estos embriones de capitalistas son los más especuladores. Ellos buscan seguir ganado a razón de la misma tasa de ganancia a pesar de invertir en capital simplemente inflado meramente dinerario o financiero. En esta guerrilla los ayuda el mal llamado “crédito bancario”.

 

 Las alcaldías pueden y suspenderles de inmediato sus licencias comerciales, o el pueblo organizado debe tomar una muestra bajo su vigilancia, suerte de intervención popular, como se viene haciendo con los grandotes capitalistas. Por carecer de TV y vehículos agigantados en precios no se tumba a un gobierno, pero por comida SÍ.

 

Si las modernas y voluminosas transacciones de compraventa que caracterizan el comercio capitalista fueran factibles de realización de manera estrictamente crediticia, muy posiblemente habría más de un prestamista arruinado y muchos más prestatarios que se habrían salido con la suya voluntaria o involuntariamente.

 

Pero, nada de eso impide que sigamos sosteniendo que la banca privada capitalista no le acredita ni un piche dólar a nadie, ni a sus más íntimos amigos ni familiares porque sencillamente el negocio burgués no da para esas concesiones.

 

Ocurre, pues, que tampoco se trata de negociar por amor al arte, sino de revelar que la banca privada se dedica sólo al “arrendamiento” de lotes determinados de una mercancía muy especial llamada dinero, un dinero que ella recibe completamente a crédito de sus “proveedores” de dinero y sin más garantía que devolvérselos con algunos intereses monetarios-tasas pasivas-pautados por leyes nacionales, prestamistas que corriente e ingenuamente son llamados “cuentahorristas.

 

Se trata, entonces, de un dinero arrendado a sus clientes verdaderos, ese del que estos carecen para montar un negocio o negocito cualquiera, fabril, comercial y hasta para hacerle la competencia al propio arrendador de dinero[3].

 

También, la banca privada cede transitoriamente dinero a un cedatario a cuenta de una posible compra a precio de gallina flaca mediante la figura del empeño o pignoración, según dijimos en la primera de estas entregas relativas al mal uso del verbo con fines interesados por parte del capitalista.

 

En estos cebos económicos, en estos usos tergiversados del verbo, han jugado un triste e importantísimo papel o complicidad las más reales academias de todas las lenguas que se nos impusieron luego del extermino de la mayoría de las “gramáticas” nativas u originarias afroamericanas, y hasta las que le precedieron de España, Francia, Portugal, Cataluña, Italia, etc.

 

Un Bello, el Caraqueño autoexiliado en Chile, un Nebrija[4], y otros se encargaron de silenciar académicamente dichas lenguas milenarias para crearle mercado a lenguas exógenas derivadas de la prostitución del Latín Imperial de viejos y esclavistas tiempos. Toda una portentosa exterminadora labor literaria que no cesa. Recientemente, los lingüistas y apologistas del capitalismo informático impusieron la eliminación de ciertas letras ya creadas e impuestas por ellos mismos que habían inscrito hasta en dactilográficas maquinitas de escrituras veloces y estereotípicas. Tal es el caso de la letra “che”, pongamos por caso[5].

 

Seguimos, de manera que desde hace varios siglos la banca privada ha hallado tremendo filón financiero con la más absoluta confianza en  la “producción” y comercialización de una mercancía llamada dinero, el mismo que, de paso, ni siquiera ha tenido que tener 100% en sus bóvedas porque cuenta con el dinero bancario-cheques y afines-que es de entera confiabilidad entre sus usuarios, pero que ni siquiera está garantizado 100% por el Estado[6] [7]. Y eso es lo que, cambiando lo que dabemos cambiar, hace el pequeño comerciante:  Con las alzas de precio recibidas de sus proveedores, el  se autopresta dinero y cobra  tasas de ganacia relativamente exageradas    a su clientela popular en lugar de interesses. Piénsese que este bodeguero está atacando a los más pobres, porque la mediana y alta clases  sociales no le comprn a bodegueros.

 

 Como sabemos, en casos de crisis, y sobre el supuesto optimista de que el Estado reponga los fondos que por Re o por Fa no pueda reintegrar la banca o algunos bancos privados, ello  lleva su tiempito y, de todas maneras, como quiera que el Estado paga con dineros del pueblo, lo que un defraudado usuario bancario reciba como indemnización lo está haciendo con cargo a faltantes en otras necesidades que corran a cargo del mismo Estado, vale decir, el Estado le estaría reintegrando con el propio presupuesto del defraudado. Así opera el Estado burgués, está en su naturaleza hacerlo de esa manera.

 


 

[1] Incluimos aquí las mal llamadas “entidades de ahorro y préstamos”, cajas der ahorro, entes así. Estos entes financieros se nutren de verdaderos prestamistas, o sea, sus socios o trabajadores quienes, ante las miserias pagas patronales acuden a estos usureros del comercio de dinero.

[2] Véase Manuel C. Martínez M. PRAXIS de EL CAPITAL I

[3] Coexisten, al lado de la banca privada convencional, los arrendadores llamados usureros o “prestamistas”, una suerte de buhoneros o informales que arriendan dinero con las garantías del caso, pero no son entidades bancarias, sino personas individuales dedicadas a suplir las elevadas exigencias propias del banquero establecido.

[5] Los convalidadores de estos exterminios lingüísticos hablan de reubicación de la bilítera “ch”, pero ya esta no tiene carácter independiente en el “abcechario” que conocimos desde mucho atrasote.

 

 

[6] La responsabilidad estatal no pasa de limitarse a los llamados encajes monetarios. Téngase en cuenta que la presente Administración Pública Bolivariana venezolana es una excepción al respecto. Ella, por primera vez en la historia financiera y bancaria nacional, ha sabido honrara activos de los clientes defraudados por la banca irresponsable, sin mayores sanciones contra quienes han burlado impunemente todos los controles financieros y se han ido con la cabuya en la pata.

[7]  Con la anuencia del Estado burgués, la banca se limita a mantener una liquidez diaria lo más ajustada posible a las necesidades diarias de caja. Curiosamente, la banca privada es la empresa que más disfruta de días de asueto durante el año. Los Ingenieros que les sirven de asesores económicos, y hasta abogados, le estima que entre depósitos diarios retiros se da una diferencia que puede ser = cero, u oscilar dentro de márgenes muy estrechos perfectamente estimables, márgenes u holgura que se toma en consideración en las reservas de caja diaria, y así protegerse de las temerosas corridas o del pánico bancario que sería mortal para estas connotadas y respetabilísimas empresas financieras.



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Manuel C. Martínez


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