La Inflación frena la producción

Deflación en proceso

Así como la inflación comprime el poder adquisitivo de la moneda, la deflación lo incrementaría. Es muy esperanzador saber que ya nuestros salarios y pensiones varias servirán para cubrir con mayor holgura la cesta básica, y hasta para que nos quede un remanente ahorrable en variopintas formas. Al empresario también le aumentarán sus ganancias en esos mismos términos, a pesar de que venda a menores precios.

 

Las primeras manifestaciones inflacionarias arrancaron en nuestro país con el canje compulsivo y oficial de nuestras monedas de plata por las de níquel. Con ello, la paridad oro-plata, de aproximadamente[1] 1/15, empezó a bajar indirectamente, según la paridad entre los precios plata/níquel que es de 1/25, o sea, con la desaparición de moneda de plata nuestra paridad oro/plata pasó de 1/15 a 1/375, una megadevaluación de 2500%.  En esta cantidad se achicaba nuestro poder adquisitivo en bolívares de níquel.

 

Este mermado poder adquisitivo ha sido el que siguió achicándose con las posteriores devaluaciones, como la primera devaluación del bolívar frente al dólar cuya paridad se había mantenido fija durante muchas décadas. Para que esa paridad se sostuviera, los bolívares monetarios debían crecer sólo a la par con el volumen del dólar respaldatario que, por baja que fuera la recaudación o renta petrolera bruta, dejó de crecer ante la gruesa fuga o drenaje de esta divisa por parte de quienes usaban-y siguen en eso-la personalidad de empresarios más para la obtención de créditos blandos que para desarrollar nuestro parque industrial en funciones.

 

Tales empresarios frenaron la producción y se limitaban a incrementar costos [2]y precios sin incrementar en un dólar la producción nacional, para lo cual el indicador PIB (Producto Interno Bruto) les vino al pelo[3].

 

El crecimiento económico nacional de la demanda, aunque muy moderado, resultaba irrefrenable por los incrementos en nuestras exportaciones de materias primas y energéticas. La población crecía, y su demanda empezaba a sobrepujar la oferta de unos empresarios más interesados en dólares de la renta petrolera que en satisfacer esa sobredemanda.

 

El resultado empezó a cosecharse durante las últimas décadas del siglo pasado, las devaluaciones empezaron a multiplicarse ante los gruesos drenajes de los dólares acumulados por empresarios de fábricas y comercios que obviamente hundían de hecho nuestra paridad dólar/bolívar. Por eso, ese mismo empresario y la gente lega o afín a esos intereses burgueses siempre aboga por más devaluaciones, única manera de ellos de hacer frente al creciente circulante nacional y poder seguir extrayendo dólares para su exportación. Se trata del llamado valor retorno de la renta petrolera que fue maximizado.

 

Las devaluaciones, o subas de precios o inflación, a los empresarios de baja industriosidad les garantizan una demanda creciente en bolívares sin tener que importar mayores volúmenes de mercancías ni que incrementar su bajo nivel de empleo, de mano de obra y de sus complementos productivos.

 

 


[1] Tales cocientes son aproximados y convencionales.

[2] Estos incrementos de costo inducido, o aumento del precio para un mismo volumen de bienes, se asimilan simétricamente con un préstamo oneroso que le hace el comprador, fabricante o comerciante, a su cliente inmediato, y con ello al consumidor final. Por supuesto, tal préstamo no sólo será recuperado como capital principal, sino con sus respectivos intereses. De tal manera que la inflación golpea intensiva y extensamente a toda la cadena circulatoria del capital, pero sólo el consumidor final absorbe todos los incrementos inflacionarios.

[3] Como hemos denunciado, este estadístico burgués esconde cuánto producimos y qué producimos como bienes, abstracción hecha de sus valores de cambio o monetarios.



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Manuel C. Martínez


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