La crisis de sobreproducción burguesa

Acaparamiento comercial tradicional

La crisis de sobreproducción de mercancías burguesas es inherente al sistema capitalista, y lleva más de 100 años sin solución de continuidad. La fábrica de mercancías moderna tiende a procesar más medios de producción con menos mano de obra gracias la división técnica del trabajo y su maquinización incesante. La plusvalía resultante se convierte en fuente de ganancias y esta de esa sobreproducción ad infinítum e invendible.



Ocurrió que, mientras en un principio y durante varias décadas se dividió la mano de obra del artesano, según las partes constitutivas del producto, con la industrialización fue redividiéndose cada vez más el tipo de trabajo de cada una de esas partes. Hoy la mayoría de los trabajadores fabriles se han convertido en poco menos que simples ensambladores de partes.



La sobreproducción burguesa marca una de las contradicciones fundamentales del capitalismo, a pesar de toda la experiencia comercial cumplida a la fecha. Una “sana” organización laboral y planificación comercial de la producción permitirían evitar excedentes invendibles, para ello bastarían los estudios de mercado y de las clientelas de cada producto, pero como se trata de mercancías, en el mercado final sus valores de uso andan siempre por un lado y el de cambio por otro. Una cosa son las necesidades insatisfechas o consumo potencial, y otra la capacidad de su satisfacción mediante compras.



Los inventarios invendibles del comercio burgués son acaparamientos que no son penados por el Estado y que sólo sirven para pantallar, para atraer clientes y para resolverles la salida a los fabricantes que son los verdaderos responsables de una sobreproducción que desde sus comienzos está condenada a su invendibilidad. De un tiempo para acá, esa salida forzada es la que mantiene activas a la mayoría de las empresas fabricantes de mercancías.Por esa sola razón, la escasez que ha venido sufriendo el consumidor venezolano no es más un descarado acaparamiento en depósitos de mercancías trasladas de los exhibidores e inventarios varios de los centros comerciales a centros de almacenamiento.



Es experimentable que el nuevo reparto de la Renta Petrolera venezolana recaiga y beneficie, no sólo al consumidor con los enormes y variados subsidios que recibe, sino que las subvenciones a la empresa privada garantice una oferta a precios que permita su realización sin acumulación alguna de inventarios invendibles. El acaparamiento de bienes sin salida por insolvencia debe cesar.



El crédito, los descuentos y remates, el reciclaje de las modas y la publicidad desbordada son fallidos mecanismos capitalistas tendentes a reducir los inventarios invendibles, y son fallidos porque a cada segundo las fábricas burguesas producen más que las que el trabajador puede comprar con cargo a su salario. El robo practicado por esa parte antisocial que hoy se combate en Venezuela y tiende a desaparecer tiene allí, en esa sobreproducción de invendibles, su gran causa, valga la digresión.



Efectivamente, el valor de las mercancías o su precio de venta es un freno para su realización ya que, por naturaleza propia, la plusvalía hecha valores de uso no se halla totalmente al alcance de los asalariados ni mucho menos de los trabajadores desempleados, una variable del proletariado que, o se mantiene a raya o crece sin cesar en todas las sociedades practicantes de esta forma de producir y vender los bienes.



El fenómeno de la sobreproducción de mercancías es tal que ha invertido el orden natural la vida del hombre: ya no se consume primero y produce después, sino todo lo contrario. Esta inversión de los actos de oferta y demanda responde a que el fabricante burgués no tiene en sus planes la producción de valores de uso, sino la de obtener ganancia, la de invertir cierto monto de dinero y recuperarlo con creces, de producir valores de cambio para lo cual no está en sus proyectos satisfacer necesidades de la población, sino de vender a tal o cual precio.



Obviamente, para una sociedad que mantiene a la mayoría de su gente desempleada, y que a los asalariados sólo les paga una parte del valor de cambio que ellos producen y agregan como valor nuevo, es una gente que de partida se halla insolvente para la mayor parte de la oferta.



Durante el Medioevo, los conventos y fundaciones afines practicaron el sistema de atención gratuita a los menesterosos que tocaba a sus puertas, y esa estrategia les ganó la admiración, el cariño y respeto del mundo feligrés, y también muchos regalos en dinero, oro y tierras que los feligreses ricos les donaban. El celibato., por ejemplo, fue una estrategia de la alta jerarquía cristiana para evitar la formación de posibles herederos que terminaran mermando el patrimonio de la Iglesia, el mayor latifundista de esos tiempos.




El recurso eficaz usado por las fábricas de excedentes comerciales es la vieja renovación de la moda, de tal manera que bienes con mucha vida útil por delante, que pueden seguir vistiendo y calzando a mucha gente. Por el contrario, esta se ve obligada a desechar prendas útiles o a acaparar en sus vestuarios lotes de ropa vieja, en desuso, zapatos en perfecto estado pero pasados de moda, cosas así.



Esa oferta invendible o que tiene un ciclo económico de muy largo plazo es la que observamos en todos los exhibidores y depósitos de todos los comerciantes del mundo burgués. Tales inventarios podrían desaparecer cada año. Bastaría con que los capitalistas con medianos y grandes capitales industriales opten por regalar buena parte de sus ingresos anuales, por dotar de dinero a muchos lotes de desempleados. Cesaría la acumulación que se destina automáticamente a nuevas fábricas y empresas que carecen de mercados solvente. Eso sería una reforma estructural del mercado y del pensamiento capitalista.



Sin embargo, es el Estado venezolano, actual y el presente gobierno, quien ha asumido ese reparto de plusvalor petrolero, digámoslo así. Ha tomado parte de la renta petrolera que antes se quedaba acaparada en bolsillos de falsos empresarios, de gobernantes inescrupulosos que pasaron por el gobierno prechavista, que antes no enteraban las concesionarias petroleras, y lo viene repartido entre los más necesitados, entre los “insolventes” de siempre. Estos conforman hoy una importante parte de la demanda general que acude a los mercados y presiona, ciertamente, sobre la oferta escuálida y acaparada que sigue en los inventarios comerciales burgueses y en sus flamantes almacenamientos, repletos con fines más políticos que económicos.

19/11/2013 05:52 a.m.



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Manuel C. Martínez


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