Sin título, sin palabras

Hace unos pocos días, el lunes 15 de julio de 2013, falleció mi padre, Manuel Quijada. Compartimos la pasión por la política, por la patria, por la inclusión social. Una pasión en el sentido total de la palabra. Ambos, él y yo, de pensamiento de izquierda, chavistas, plena y absolutamente identificados con el proceso revolucionario bolivariano. Sin embargo, nuestras vidas mutuas se nutrieron no sólo de las coincidencias, sino también de las diferencias, de la diversidad de enfoques y opiniones…
La pluralidad de ideas, opuesto antagónico al pensamiento único y a la masificación propia de la sociedad de consumo, es fundamental en revolución. Por eso, tenemos que volver, una vez más, sobre el tema de la necesidad imperativa de la crítica. Preocupación que se generó a partir de la salida del aire, en sus horarios habituales, de los programas de Vladimir Acosta, Toby Valderrama y Nicmer Evans, y luego de la desaparición de la columna de opinión, “Un grano de maíz”.
El capitalismo ha creado diversos mecanismos para sustraernos de la realidad. Ya lo hemos dicho, en anteriores artículos, desinforma, descontextualiza, manipula, sesga, miente y, en general, tergiversa la información en beneficio propio. La publicidad, las drogas, las iglesias y sectas, de nuevo cuño, son algunos de los artificios creados para condicionar la mente de los seres humanos y alejarlos del “ejercicio de pensar”. Los recursos de las imágenes, los paraísos artificiales y las salvaciones ultra terrenales sustituyen la reflexión y las ideas. La política se funde, cada vez más, en la farándula. La frivolidad, los lugares comunes y los eslóganes ocupan el espacio de los programas de gobierno, de la discusión y de la crítica. Los principios y los valores son, en esta misma medida, la principal víctima del marasmo moral de la sociedad capitalista moderna. Se requiere entonces un “golpe de timón”, allá y aquí…
A veces, la muerte nos recuerda, como la voz de oráculos antiguos, que hay instantes en la vida, en los cuales la escritura debe callar, las palabras desaparecer, el título esfumarse, para sólo dejarle el espacio a lo esencial: a los principios. Sin principios, la vida y la propia existencia se diluyen… Es el único bien de fortuna, la única herencia que interesa… Así aprendí a leer y escribir.
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Reinaldo Quijada


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