(A Propósito del Proyecto de Ley Orgánica de la Cultura)

Postergar su aprobación; iniciar la discusión

Legislar es hacer las leyes; aprobar las leyes. Ello tiene una técnica legislativa y tiene una teoría de la legislación. La doctrina nos dice que antes de emprender la elaboración de un anteproyecto normativo es menester la decisión política. Y ustedes, tanto el ejecutivo, para ese momento capitaneado por Manuel Espinoza, como el poder legislativo, elaboraron dos anteproyectos contradictorios, excluyentes el uno del otro. La decisión política fue desacertada. No hubo acuerdo. Estando en el mismo bando, los anteproyectos presentaban tal grado de incoherencias y fragilidades que resultaron imposibles algunas mínimas alianzas. Ello dividió al sector cultura. El destino de ambos anteproyectos sería la gaveta.

Históricamente, “la inmensa mayoría de los proyectos de ley son presentados en Venezuela…por el ejecutivo” (Vethencourt, 1993). Quizás, una de las razones para que sea así esté relacionada con el hecho de que los gobiernos para instrumentar sus políticas, en determinadas competencias, requieren de una específica normativa. Ello nos ofrece pistas para comenzar a entender que la elaboración de una ley parte, y tiene su origen, en una decisión política. Esa decisión tenía que ser consensuada. Ustedes, el ejecutivo cultural y el legislativo cultural, subestimaron y soslayaron cualquier acuerdo. Es este su primer error. Un error histórico. La decisión política debe, necesariamente, ser concertada. Cada quien intentó imponer su anteproyecto en detrimento del proceso. Cinco años perdidos.

Una cosa constituye el conjunto de consultas para la elaboración de la Constitución Cultural o de las disposiciones y preceptos culturales constitucionales para ser incorporados a la Carta Magna, en el marco de la Constituyente, y otra las consultas que se realizaron para elaborar el proyecto de Ley Orgánica de la Cultura. Dice la exposición de motivos del proyecto en consideración: “Desde el año 2001 hasta el año 2005, se realizaron eventos con la participación de casi todos los Estados de Venezuela,…” Pero los únicos Estados que se nombran son los siguientes: Falcón, Mérida (dos veces), Táchira, Nueva Esparta, Vargas, Aragua, Zulia, Monagas, Miranda, Portuguesa y Barinas. Son once (11) Estados. Y ello representa el 47 por ciento del total de las entidades federales del país. En otras palabras, el 53 por ciento del resto de los estados no fueron consultados. Además, al revisar el número de Municipios que forman parte de los once (11) Estados consultados nos da la suma de 188 Municipios. Si es verdad que se consultaron a todas esas entidades locales; entonces se consultó el 56 por ciento del total de Municipios que conforman el país. Venezuela tiene 335 Municipios. En otras palabras, no se consultó al 44 por ciento del total de los Municipios. Ello equivale a decir, en términos absolutos, que no se consultaron 147 entidades locales. Todo ello en un lapso de cinco (5) años. Fin de mundo.

La elaboración de las leyes y normas culturales han de estar en sintonía con el espíritu, propósito y razón de ser de la democracia participativa. Ese proyecto no se discutió ni en el Consejo de Ministros ni en Carache. Estado Trujillo, ni en Caricuao ni en San Agustín. Menos en Carúpano. Estado Sucre. Los activadores y facilitadotes de la Misión Cultura no conocían el proyecto. Sin embargo, en la exposición de motivos se llega a sugerir que hasta las necesidades y aspiraciones de los indigentes están reflejadas en el proyecto. Es este un enfoque desde lo que significa la consulta popular.

Constituye un acto de justicia popular, de justicia callejera, afirmar, a viva voz, que ese ha sido un proyecto cuya consulta está en tela de juicio. ¿Qué sucedió durante cinco años? Burocratismo, lo dijo el Presidente. Abulia, parsimonia. Ausencia de empuje. Mientras los cultores populares de Caracas nos acompañan a la realización de un programa en la televisora de la asamblea; hay quines en lugar de recibirlos, conversar con ellos, escuchar sus propuestas y observaciones, no expresaron, por lo menos, la amable atención debida. Además, es mentira que quien esto escribe hiciera algún proyecto o alguna propuesta. Falso de toda falsedad. Apenas hemos elaborado algunas observaciones que están en distintos artículos. Si el proyecto estuvo engavetado; entonces es necesario emprender de nuevo la consulta. La participación del vecino, a través de sus líderes naturales y actores protagónicos, en la elaboración de la ley es definitoria.

En el proyecto de Ley Orgánica de la Cultura la técnica legislativa anda extraviada. La moción no está en sintonía con los objetivos del Nuevo Mapa Estratégico. El proyecto no cumple con la condición constitucional de organizar a los poderes públicos culturales. El desarrollo de los derechos constituciones es pobre. La decisión política fue desacertada. La consulta, durante cinco (5), ha sido pírrica. Presenta categorías en desuso. Posee un perfil cancerbero. Están excluidas muchas comunidades étnicas. Las carencias del proyecto comprometen a la cultura como parte esencial y estratégica del desarrollo endógeno. No existe un capítulo sobre las culturales populares constitutivas de la venezolanidad menos sobre las entidades federales, los Estados, y las entidades locales, los Municipios. El proyecto de Ley Orgánica de la Cultura no alcanza su condición de norma orgánica cuando se compara con otras leyes de igual naturaleza. Por favor, diputado-presidente, Nicolás Maduro, la moción de los cultores populares, creadores y trabajadores culturales es que se postergue la aprobación de esa ley para dar paso a una consulta más expedita. : Vox populi, vox Dei.






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Efraín Valenzuela

Católico, comunista, bolivariano y chavista. Caraqueño de la parroquia 23 de Enero, donde desde pequeño anduvo metido en peos. Especializado en Legislación Cultural, Cultura Festiva, Municipio y Cultura y Religiosidad Popular.

 efrainvalentutor@gmail.com

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