Nada ni nadie me hará dejar de creer en la utopía de la revolución socialista

Responder con una política revolucionaria es un imperativo vital en un ambiente dominado por el asedio de la ultraderecha a todas las instituciones democráticas amenazadas de violación por el fascismo. Se trata de preservar y profundizar los avances alcanzados por el proceso revolucionario en estos 14 años invencibles del chavismo. Estamos en presencia de una derecha que está aplicando acciones terroristas con las técnicas sofisticadas de la guerra psicológica y de las operaciones encubiertas bajo la dirección de instructores norteamericanos quienes han venido acumulando experiencias desde sus derrotas en Corea, Vietnam y Bahía de Cochinos, de las invasiones a Irak y Afganistán, y de sus operaciones encubiertas en Libia y Siria sin olvidar la intromisión  de los cuerpos de inteligencia israelí.

 Los neofascistas terroristas de la llamada Primero Justicia están siguiendo el guion de la CIA para Venezuela, por lo tanto no deben ser subestimados porque el verdadero enemigo es el imperialismo norteamericano con todo su poder. El imperialismo ha manipulado nuestras cuatro grandes debilidades: a) la inflación, b) la escasez c) los apagones y d) la inseguridad, concentrando en estos cuatro objetivos el fuego cerrado de la guerra psicológica y de sus operaciones encubiertas.

   Casi logran sus objetivos en las elecciones del 14A pero no pudieron y ahora van por el tan anunciado plan B. En esta etapa de la conspiración golpista las debilidades antes mencionadas están en un plano secundario, sin dejar de ser prioritarias, para dar paso a la atención de otras debilidades en esta compleja coyuntura, de la guerra desestabilizadora. Estas son: la impunidad, la conciliación y el reformismo.

   Rómulo Betancourt derrotó "el asalto al cielo" de la izquierda en 1960 porque su sagacidad política le permitió ver con claridad, desde su anticomunismo, los problemas que le acarrearía a su gobierno pro yanqui, si permitía la impunidad a los revolucionarios, el fortalecimiento del poder a la clase trabajadora y la penetración de la ideología revolucionaria en las masas. Esta convicción lo condujo a ilegalizar al PCV y al MIR, a cerrar los periódicos subversivos, a meter presos a los parlamentarios de oposición  hasta los extremos de arremeter contra los derechos humanos de la manera más despiadada torturando y asesinando a obreros, campesinos y estudiantes. Esa experiencia histórica hay que tomarla en cuenta para no vacilar en aplicar las medidas de excepción, que sean necesarias, en defensa del estado de derecho creado por la revolución sin violentar nunca los derechos humanos del adversario político. Hay que dejarlo claro, revolución que no se defiende no puede llamarse revolución.

   A la derecha se le permiten todas las prerrogativas para hacer llamados a la rebelión, en  desconocimiento del estado de derecho, mantienen activos sus medios de comunicación antichavistas con propaganda insurreccional, buscan crear descaradamente las condiciones de ingobernabilidad que faciliten el derrocamiento del gobierno presidido por Nicolás Maduro y como si fuera poco el líder negativo de la oposición puede llamar a la violencia a sus seguidores provocando un saldo de 11 muertos, 90 heridos y daños en edificios públicos sin que pase nada.

   Simultáneamente a la impunidad que se respira y que tiene sus defensores infiltrados en nuestras propias filas, se abre una política de entendimiento, conciliación y concordia de la revolución con el capital privado, vale decir entre la rana y el alacrán, que según se sabe, por la fábula en cuestión, es fatal para la confiada rana y en el caso que nos ocupa para nuestro inocente socialismo.

  El pacto Maduro-Mendoza, para reparar una dificultad temporal de la revolución, ayuda a resolver tácticamente el problema puntual del acaparamiento de alimentos y a legitimar el triunfo electoral de Maduro por el capitalismo privado. Pero ese pacto de no agresión entre el capitalismo de Estado y el privado apuntala estructuralmente al capitalismo en Venezuela porque  debilita la opción estratégica del socialismo como alternativa ideológica, económica y política.

 La matriz de opinión generada por el pacto o acuerdo Maduro-Mendoza, impuesto por la burguesía, sugiere, vislumbra, anuncia o da por entendido el éxito del modelo neoliberal ante el fracaso del capitalismo de Estado y la inviabilidad del proyecto socialista, porque supuestamente nada pueden aportar los trabajadores para solucionar las dificultades de la revolución en esta coyuntura histórica de la crisis alimentaria. Se impone entonces la meritocracia de la Polar ante la incapacidad de MERCAL y la ineficiencia de los Abastos Bicentenarios para garantizar el consumo alimentario que reclama la sociedad. Lo que está logrando la burguesía no es poca cosa, nada más y nada menos está  poniendo en duda la validez del socialismo al abancar el pragmatismo del modelo capitalista. Por este camino la transición al socialismo será como atravesar por un puente dinamitado o por un campo minado. El que se arrima al capitalismo termina siendo capitalista, dicen, y también se suele afirmar que las dificultades del socialismo se resuelven con más socialismo.

  En defensa del pacto Maduro-Mendoza se esgrime que Chávez hizo lo mismo en su momento, para salir del atolladero en que se encontraba por los ataques de la derecha y no dudó en acordarse con Carter y Cisnero. Esto no me consta, pero si hubo tal cosa lo hicieron en secreto sin la alharaca guapetona de Mendoza ni la realización de la reunión Gobierno-Polar celebrada con bombos y platillos.

   A Nicolás Maduro le toca definir y deslindar con hechos cumplidos la teoría y la práctica de dos campos contradictorios como son los del socialismo y el capitalismo.

   Una de las acciones éticas que refrescaría la compleja coyuntura actual sería la aplicación de todo el peso de la ley a los autores materiales e intelectuales de los asesinados el 15A. Todos los implicados en esa conspiración tienen que pagar por ello, empezando por Capriles y su combo violento disfrazado de yo no fuí. Sin justicia no puede haber revolución y a la larga la impunidad se encargará de enterrar la utopía socialista si dejamos que eso ocurra. Capriles mientras se le dé cuerda insistirá en la idea de lograr el retorno del neoliberalismo, de la burguesía y del imperialismo al poder político por cualquier vía democrática o nó.

   Cada vez se refuerza más el reclamo de justicia en las filas chavistas por sectores considerados moderados, equilibrados o no radicales. La incorporación decidida de un hombre avezado políticamente como José Vicente Rangel pidiendo que no haya impunidad y los ataques despiadados de los cuales ha sido objeto por el mismo capo del fascismo, el mitómano Capriles, ponen de relieve la realidad de la situación. El propio Nicolás ha declarado que el fascismo se derrota con medidas legales implacables y ha ratificado su voluntad fuerte para impedir el resurgimiento del fascismo. Diosdado en la Asamblea Nacional ha dejado constancia de no permitir que la impunidad se imponga.

   El legado primogénito de Chávez es la unidad de la revolución y allí está nuestra más grande fortaleza. Los votos duros del chavismo adscritos a cualquier componente del huracán revolucionario así lo han comprendido y lo han demostrado con hechos. Maduro es hoy el depositario de un compromiso unitario, es el receptor de una convergencia de voluntades seguidoras del chavismo. Le toca administrar la poderosa unidad de lealtad política inducida por Chávez que admite la discusión ideológica, con lealtad, sobre temas principales que deben ser debatidos a profundidad. La solidaridad necesaria del chavismo con su Presidente Constitucional no nos convierte en eunucos políticos incapaces de asumir la imprescindible discusión teórica. Entre los temas por discutir en esta coyuntura política están: a) El carácter de nuestra burguesía, ¿Será nacional o transnacional ? b) La promoción de la burguesía para fortalecerse con la sustitución de importaciones, c) Las metas socialistas en esta etapa de transición, d) La derrota del fascismo, de la conspiración y de los violentos, e) La activación de las micromisiones en todo el país, para darle poder al pueblo f) Los medios de comunicación privados y el socialismo, g) El destino de Proyecto de la LEU , h) La industria farmacéutica , la medicina privada y el socialismo, i) La educación privada y el socialismo, j) El fortalecimiento de la Milicia Bolivariana, k) El capitalismo de estado rentista y el socialismo, l) Las elecciones burguesas y el socialismo, m) La  coexistencia ideológica entre el materialismo histórico y la teología de la liberación, n) La aplicación de la categoría de análisis metodológica marxista en la  solución de los problemas del socialismo y o) Las industrias básicas y el Socialismo.

   Ninguno de estos temas puede ser tabú. Al contrario su investigación, análisis y discusión forma parte de los obligados estudios prospectivos de la revolución. Los seguidores de la revolución tienen el  derecho a saber cuál es el destino que les espera, deben discutir las características materiales y subjetivas del lugar anhelado. En la búsqueda del objetivo socialista estratégico hay muchas tentaciones izquierdistas o derechistas que se pueden atacar a tiempo con la crítica y la autocrítica a la cual no hay que tenerle miedo.

 Los peligros de las desviaciones de izquierda en la revolución bolivariana son muy remotas o nulas porque lo que sobrevivió de la extrema izquierda que fue derrotada en las décadas 60 y 70 montó tienda aparte del chavismo bien sea en el campo de la derecha como Bandera Roja o se ubicó en terrenos revolucionarios antichavistas como Tercer Camino. Al interior del PSUV migraron individualidades y grupos marxistas, con su pensamiento revolucionario al hombro o en el morral de los sueños, que no tienen incidencia ideológica determinante en la dirección táctica y estratégica de PSUV. Por otra parte es  mucho más influyente, más densa y relevante la avalancha proveniente de la ideología pequeña burguesa y reformista que migró al chavismo. Este sector político es el más proclive a sentirse atraído por las desviaciones derechistas que justifican la convivencia entre el capitalismo y el socialismo, entre la social democracia y el chavismo.

   Los sectores de la izquierda agrupada en organizaciones autónomas minoritarias, que asisten al llamado Gran Polo Patriótico, históricamente han sido subestimadas por el gobierno y el PSUV. La izquierda marxista electoral fuera y dentro del PSUV es un factor minoritario en el conjunto de la diversidad política del chavismo. Por lo tanto es muy remota la posibilidad de un gobierno de izquierda marxista en las actuales circunstancias y mucho menos izquierdista.

   Lo que está planteado es continuar apoyando, para no abrirle las puertas al fascismo, esta revolución democrática, bolivariana, internacionalista, cívico militar, feminista, cristiana con propósitos socialistas indefinidos, respetuosa de los derechos humanos, enfrentada al imperialismo norteamericano, policlasista, plural que convive con el capitalismo en el marco de elecciones burguesas con instituciones liberales respetuosas de la propiedad privada y de una economía basada estructuralmente en un capitalismo de Estado Rentista.

   No es la primera vez en la historia política contemporánea de Venezuela que los comunistas y el fervor popular apoyaron a líderes militares identificados con los genuinos sentimientos del pueblo. En 1945 el General Isaías Medina Angarita legalizó al PCV, defendió la soberanía petrolera y gobernó, hecho insólito en nuestro país, sin presos políticos ni exilados. En 1958 el Contralmirante Wolfgan Larrazábal gobernó sin reprimir al pueblo, se ganó el respaldo de los comunistas y  llenó de esperanzas a las masas populares a las cuales más tarde defraudó. Lo de Chávez es un hito político, sociológico, ideológico único, incomparable y sin precedentes en nuestra América. Chávez no pertenece a la categoría de líderes marxistas universales como Lenin, Stalin, Mao, Ho Chi Min y Fidel Castro, esto hay que tomarlo en cuenta. Nos dejó lo que tenemos  muy lejos de la concreción socialista pero infinitamente mejor que el neofacismo proyanky que nos espera si permitimos a la ultraderecha recuperar el poder.

   Nicolás Maduro dice que Chávez lo puso donde se encuentra para hacer la revolución y no para encabezar un gobierno reformista ni socialdemócrata.

  Sería triste pronosticar que a la revolución se la llevó quien la trajo y que Dios nos agarre confesados, pero es lo que provoca decir, de primeras, ante el panorama confuso que envuelve al porvenir político anticapitalista. No hay que rendirse ni ser conformistas pero debemos aceptar la realidad de lo que hay. Los revolucionarios tenemos que seguir luchando por la utopía del verdadero socialismo sin capitalismo, sin conciliación ni reformismo, ese es nuestro destino y nada ni nadie nos hará apartar del rumbo histórico de la revolución socialista.



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Sergio Briceño García

Profesor Universitario de Filosofía de la Educación Jubilado de la UPEL. Autor del Poemario "Porque me da la gana" y de la obra educativa "Utopía Pedagógica del Tercer Milenio". Ex Director Ejecutivo de la Casa de Nuestra América José Martí.

 sergiobricenog@yahoo.com

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