Cómo nació la consigna “No volverán”

 

Poco antes de las seis de la mañana del 23 de enero del 2002, llegamos unos trescientos trujillanos repartidos en seis autobuses a El 23 de Enero, en Caracas. Se iba a celebrar una misa en la iglesia de Agua Salud con presencia del presidente Chávez y su esposa y luego, junto a miles de compatriotas de todo el país nos concentraríamos en torno a Miraflores.

Comenzamos a bajar con la mortificación no tanto por el cielo encapotado que nos soltaba una fina pero fría llovizna y nos acompañó las primeras horas de la mañana, como por la consigna que lanzaba alguien encaramado en un camión, tratando de proteger del agua su micrófono: “No pasarán”  coreábamos los trujillanos disciplinadamente mientras descendíamos hacia la Sucre detrás del camión.

La semana anterior, un diputado adeco se había burlado en la plenaria de esta consigna y nos pronosticaba que seguiríamos los pasos de quienes la habían usado con anterioridad. Sabíamos que históricamente tenía razón: la esgrimió la República española contra Franco y el muy maldito pasó; la esgrimieron los franceses y los panzers alemanes pasaron; la agarró la Unidad Popular y no detuvieron a Pinochet; los sandinistas se escudaron tras ella y la Chamorro los arropó.

Agrupados bajo una hermosa bandera de Trujillo, que portaba orgulloso en una larga asta Rodolfo Azuaje, profesor y pequeño empresario textil (él mismo la había hecho), unas diez personas comentábamos esto y aventuramos un análisis: no pasarán significa reconocer que la iniciativa la tenían los adversarios. Aplicarla en nuestro caso entraba en contradicción con que avanzábamos “a paso de vencedores”. Alguien dijo que quienes debían gritar no pasarán, era la burguesía y el imperialismo.

Decidimos entonces refutar la lluviecita que nos llevaba empapados, con una lluvia de ideas para ver si lográbamos parir una consigna que la reemplazara. Y así comenzaron a salir frases, cada cual más estrafalaria que la otra, pero cuando María González, una mujer con la que al día siguiente cumpliríamos treinta años de habernos arrejuntado, dijo “no volverán”, todos volteamos a verla como si hubiese encontrado la piedra filosofal. Y mientras más la desmenuzábamos, más nos parecía correcta: significaba que ya habían estado, que habían gobernado durante cuarenta años, que eran responsables de la política de saqueo de nuestras riquezas y de la miseria a que habían sometido al pueblo; de la represión, muerte, desapariciones, torturas y prisión a quienes se oponían a su entrega al imperialismo. Significaba que habíamos despertado y les gritábamos que no tenían derecho a volver.

Inmediatamente comenzamos a corearla pero nadie nos paró bolas. Se la sugerimos al que estaba sobre el camión y la respuesta fue una risita despectiva. Al llegar a Miraflores, un grupito de nosotros continuamos para ponernos ropa seca, hacia un hotel donde yo llegaba los días de sesión en la Asamblea, y en Carmelitas, recostada a un poste, con gesto sombrío, como observando los negros nubarrones que se cernían sobre el proceso, nos encontramos a Lina Ron. Nos conocíamos de vista pero nunca habíamos hablado. Le echamos todo el cuento que escuchó con la cabeza baja y después de un rato, cuando levantó la vista, nos dijo, “Coño, chamo, te la compro” y nos despedimos.

Diez días después, el sábado 2 de febrero, casualmente el calendario de ese año se corresponde con el de este, hubo otra movilización conmemorando el tercer año de la asunción a la presidencia por parte de nuestro Comandante Eterno. Le correspondió a otra gente de la dirección regional del MVR viajar a Caracas y veíamos en Valera, por televisión, el acto frente a Miraflores, que comenzó bastante tarde. Cuando casi terminaba, Chávez gritaba “no pasarán” y de repente nos pareció que la gente respondía con “no volverán”. Poco a poco se fue incrementando y haciendo más claro el grito de la gente, hasta que nuestro líder lo entendió y lo lanzó a los cuatro mil vientos.

Al día siguiente los compañeros contaron que adosada a una pared de la Urdaneta había una inmensa tela donde con grandes caracteres se leía “NO VOLVERÁN”.

Nosotros pusimos la idea, y nuestra recordada Lina, el cómo ejecutarla; y es que esta es la manera de que avance la revolución: la férrea unidad dialéctica entre teoría y práctica, entre la idea y la acción que dará origen a nuevas ideas y, de estas, a nuevas acciones. Por eso ahora reiteramos la propuesta implícita en un artículo anterior, de que al cántico extraído del hermoso himno del Batallón de Blindados, de “Patria, Patria, Patria querida, / tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol”, se le refuerce la retórica del segundo verso con estos otros: “Chávez, Chávez, Chávez querido, / tuya es mi idea, tuya es mi acción”, que poseen contenido ideológico al comprometernos con el legado de nuestro querido comandante pues nos remiten al Programa de la Patria y su ejecución.

perezcristancho@hotmail.com

 



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Oscar Pérez Cristancho


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