La pequeña diferencia

El día 7 de Julio de 2.005 en la ciudad de Londres a eso de las 8:30 de la mañana, hora local, se producen cuatro explosiones, tres de ellas dentro de unos vagones del metro que viajaban por los túneles de la ciudad y la otra dentro de un autobús de dos piso que circulaba por una de sus calles. Las primeras vistas televisivas mostraban la ciudad congestionada por el tráfico automotor y a distancia el autobús siniestrado; indudablemente que las autoridades no permitieron que los camarógrafos de la televisión se acercaran demasiado a la unidad de transporte colectivo siniestrada y menos a los túneles donde se encontraban los vagones destruidos.

Alguien en una panadería de la ciudad de Valencia preguntaba a viva voz, a las 11 de la mañana del día 9 y después de transcurrir más de 48 horas del atentado, -¿Parece mentira que hasta ahora no hayamos visto las tomas de los vagones destrozados por la explosión, el interior del autobús y los cuerpos de algunos cadáveres habidos en los atentados? En seguida un señor de apariencia anglosajona responde: -Allá los periodistas respetan mucho a los familiares de quienes perecen en algún desastre y ellos no se atreven a publicitar o exhibir cruelmente los cadáveres de las victimas fatales, además de que las autoridades no permiten se haga demasiada alharaca de esos infaustos sucesos.

-¡Ah si! – interviene de nuevo el primer personaje- de manera que allá se le niega información al público, entonces, ¿qué pasa con la libertad de expresión e información? además, ¿qué clase de periodistas son los ingleses que hasta ahora no hemos visto se quejen por tal restricción? -No, no, -contesta de nuevo el señor de aspecto foráneo- allá lo que pasa es que la ética del periodismo es estrictamente observada por cada uno de los que integran el gremio y el código que rige las labores del periodista no permite se haga sensacionalismo sobre el sufrimiento humano.

-Pues no, yo no creo que eso sea así, yo lo que creo es que ustedes no saben defender sus derechos, y en este caso el deber que tiene el periodista es el de informar sobre cualquier cosa que suceda al rededor suyo y el público a reclamar por ser bien informado y en detalles; esperen a que lleguen los corresponsales de por estos lados para que vean como se hace un eficiente trabajo periodístico. -Mire joven, -contesta el señor Inglés- Lo que pasa es que aquí, en Venezuela, los periodistas abusan del derecho a la libertad de expresión e información, aquí lo que siempre se impone es el escándalo, el periodismo amarillista y hasta la apología de los actos subversivo y criminales.

Y continúa, -aquí usted ve en la prensa escrita y televisiva la imagen de como queda el cadáver de alguien que ha sido mutilado y descuartizado, como es mal tratada por la prensa la familia que sufre alguna desgracia, como se le pregunta a algún miembro de ese mismo grupo familiar como se siente después de la tragedia, qué va hacer contra los causantes de su dolor, etc., etc. No, allá cualquier periodista que llegue tendrá que someterse a las leyes y a las instrucciones que emitan las autoridades y si no, tenga la plena seguridad que, éste será aprehendido por las autoridades y sometido a juicio.

-¡Ah pues señor! Usted me está dando a entender que allá lo que existe es una dictadura, que allá la democracia es solo de palabra y no de hecho, o sea, que nosotros estamos mucho más adelantado en cuanto a democracia ya que aquí no tenemos limite para ejercerla, en cambio allá se obedece al gobierno y respetan sus arbitrariedades; no juegue, allá lo que pasa es que todos los pobladores de la región son un manojo de gafos. Y el señor Inglés se levantó de la silla, fue al mostrador, pagó por su consumición y luego, muy amablemente, se despidió de todos los presentes en la panadería.


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José M. Ameliach N.


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