Señor Presidente: El asesoramiento económico también debería ser endógeno

Ya lo hemos señalado varias veces: Todavía abundan analistas económicos al servicio de países latinoamericanos y latinoasiáticos, formados con una bibliografía, y en academias y universidades de otras latitudes e idiosincrasia que piensan a lo europeo, a lo norteamericano, y algunos de ellos pretenden asesorar a los venezolanos con las mismas recetas que pudieron ser eficaces allá, pero de ninguna manera serlo aquí.


Esos países, y su mejor representante en América: EE UU, como los pioneros y sucesores del industrialismo inglés, luego de varias décadas de industriosas y tesoneras inversiones e invenciones, luego de quebrar al régimen feudal de *servidumbre* y *esclavitud*, abastecieron sus necesidades domésticas con productos terminados por ellos mismos, aunque las materias primas hayan sido imperialistamente importadas total o parcialmente, y luego desembocaron en una hipercapacidad productiva que los impulsó, y sigue impulsándolos, a la conquista de mercados externos, y para ello necesitaron echar mano, primero, de su innegable alta e inmejorable productividad y calidad mercantil fuertemente competitiva, y segundo, del recurso de dumping, una figura comercial y monetaria, que el vendedor aplica de por sí, para acabar con sus rivales, o lo hace el Estado proteccionista proclive a los empresarios más poderosos, y medida esta que en el fondo equivale a una moneda devaluada, sólo que el dumping es focalizado en determinados rublos y empresarios, mientras la devaluación monetaria perjudica a todo tipo de consumidor, inclusive a los abastecedores de la *demanda intermedia*, donde se halla el grueso del pequeñoburguesismo así como el comerciante al detalleo de último orden.

Venezuela ni siquiera ha podido superar la primera fase, la del autoabstecimiento hasta de las mercancías más simples y de baja exigencia técnica porque hasta los helados insumen materias primas importadas desde aquellos países que sí se autoabastecen desde hace décadas; hasta el pabilo de nuestras alpargatas insume recursos químicos de rigurosa importación y paga de royalties.

De manera que nos resulta inadecuada, de partida, cualquier defensa y estímulo para empresas dedicadas a la exportación sin que todavía no esté clara y firmemente montada una estructura productiva que nos garantice el cese de una importante parte de las importaciones, puesto que los mismos beneficiarios de estas medidas devalaucionistas están condenados a operar con elevados costos domésticos de producción, pero que no lo sienten en sus bolsillos porque el Estado se encarga de entregarle más bolívares por los pocos dólares que les ingrese, y sin importarle el volumen de exportaciones efectivas.

Venezuela no tiene ni siquiera la capacidad contralora para hacerle seguimiento a esos empresarios supuestamente dedicables a conseguir mercados con mercancías parcialmente criollas abaratadas gracias a un dumping que está perjudicando a todos los venezolanos, con una moneda fofa, y, si a ver vamos, nuestro problema no es conseguir más dólares del exterior, sino repartir y aplicar mejor los dólares que nos entran, en servicios públicos, en mejores sueldos burocráticos, en cancelación de esos pasivos crónicos que el Estado onerosa e irresponsablemente mantiene con sus servidores públicos, etc.

Pero no puede seguirse alimentando la engañifa de que los empresarios del dólar podrían resolverle los problemas al país. La experiencia de ese keynesianismo lo sufrimos con ese empresariado saqueador que tantos beneficios tuvo del Estado magnánimo y derrochador de la IV república.

Es lamentable que esta V república siga clonando la misma y equivocada política de estímulos a unas exportaciones que, si bien a corto plazo pudieran deslumbrarnos, a mediano y largo plazos sólo se traducirán en una mayor dependencia del exterior que la que ya sufrimos con el petróleo.

Entendemos que nuestros gobernantes se han visto chantajeados por esos asesores de personalidad y mentalidad marcadamente exógena, mediante el expediente del *desempleo* de ciudadanos económicamente activos, una característica ínsita del sistema burgués, e indefectible mientras sean los empresarios quienes se sigan subrogándose la solución de los males sociales que paradójicamente su actuación conserva reproduce en cada segundo de contrata laboral privada, individualista y lucrativa.

Por esto necesitamos una mayor dosis de asesoría endógena, con menos prejuicios y refritos académicos de dudosa e improbable eficacia en nuestras sociedades.




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Manuel C. Martínez M.


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