No es un sentimiento auténtico, les fue inducido. ¡Vayamos por ellos!

Pena por los carajitos que quieren irse (I)

Confieso que el video de “chamitas y  chamitos”*, dicho así para no hablar castellano machista al cual hizo mención Roberto Hernández Montoya - su palabra vaya por delante -, me produjo lástima. Luego de meditar más sobre aquél, sentí que había fundamentos para tal sentimiento compasivo; no debemos pecar por ligeros y dogmáticos.

 Cuando con posterioridad, escuché en un programa de un canal del Estado, conducido por el periodista William Castillo, a unos jóvenes opinar sobre “las muchachas y los muchachos”* del video, aumentó mi compasión. Sentí que no había entre los nuestros disposición para entender ni extenderle las manos a quienes, a mi juicio, necesitados están de tal gesto. Además no parece congruente con la prédica persistente y usual de gente del proceso de incluir.  La frase de Fidel Castro, no puede “haber cinco millones de oligarcas en Venezuela”, realmente buena y valedera, volvió con más fuerza sobre mí.

 Lo primero a resaltar es la juventud, con todo lo que ella encierra, de quienes se expresaron en aquel documento puesto en la red. También mi creencia, que quienes se lamentan por estar aquí, como atrapados, cual naufragos, no deben ser de clases altas y en consecuencia de muchos recursos, porque si fuese lo contrario, no tendrían el menor sentido sus lamentos.

 Quienes tienen fortuna no pierden tiempo en lamentarse por algo que pueden resolver sin esfuerzo alguno y en un santiamén. Es más, de éstos estudian afuera “porque las univeridades venezolanas son remalas y la inseguridad nos agobia y estas calles nos dan grima”. Teniendo cómo, donde sean acomodan sus espacios al gusto y a pedir de boca.

 Aquel que dijo con dolor y nostalgia, “se fueron mis primos, mis mejores amigos” y yo aquí “anclado en Caracas” o Paris, como dijese Gardel, en sentido nostálgico, no pareciera ser muchacho de familia adinerada, de la alta, aunque viva en el Este. Teniendo cómo y pudiéndolo hacer cuando le venga en gana, no hay por qué lamentarse, simplemente coge las de Villa Diego y se va tras aquellos. Los dólares sobran y hasta salen debajo de las piedras. No es pertinente que uno espere verle lamentarse y casi llorar por algo que puede alcanzar sin esfuerzo ni tropiezo.

 Parecieran ser más bien, por los lamentos mismos, la imposibilidad inmediata de alcanzar sus sueños, gente muy cerca nuestra, aunque lejos por ideales, sentimientos, valores y espectativas; por ahora simplemente, si uno algo hace. O a veces, por el simplismo de vivir unos metros más al este del silencio. Pareciera ser más bulla que cabuya, incapacidad o falta de disposición para mirarnos de frente.

 Pero esa ansia de irse al no sentirse identificado al país, a lo que parece venir y al proceso que si entusiasma a otros millones de jóvenes, no es nuevo y nada como para extrañarse. Pero lo entristecedor es lo primero; ¡creen no tener país, ni causa para luchar! Eso duele. Es justamente lo que a ellos mortifica. Por eso el video, sin ánimo de ironizarlo, parte el alma; lejos de producir rabia, indignación o desprecio.

*Para no parecer machista

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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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