¡Abajo la sensatez! ¡Viva la locura!

Primero fue el dominio colonial, que dio poco para que los colonos pudiesen crear cosas nuevas. Pero ellos estaban como en un tío vivo, repantigados, felices y orgullosos unos de otros. No perdían oportunidad de ponerse baratijas en el pecho. Todo bajo la práctica de la explotación y el exterminio.

De ahora en adelante - se decía en los cotidianos actos oficiales - usted será portador de la orden de la necrofílica Juana La Loca y usted, del falo de Felipe el Hermoso. ¡Por sensatos! Pero Juana, no sufrió de la locura grande del Quijote, tras un bello sueño, sino la de una necrofílica, en caravana, detrás de un cadáver nauseabundo.

Pero aquello que se llamó el "milagro musical" de Caracas - muy diferente al milagro agrícola que inventaron Lusinchi y Carlos Croes -, no ajeno a incesantes copulaciones incómodas y sucesivas entre dos o más culturas diferentes, nació de un estado de intranquilidad e insensatez. ¡Fue como una cesárea y una locura! Unos locos crearon una escuela, en una pequeña población que hizo historia.

¡Pero luego se hizo crítica la situación! Obligó al hombre a pensar, a orientarse con la versión original de la "Rosa de los vientos" y, así, sólo así, Simón Rodríguez pudo tener un pequeño auditorio para todas sus loqueras. Y él y otro más loco que él, fueron a hacer un juramento loco.

Y así hemos venido funcionando como país. Largos períodos de tranquilidad se han alternado brevemente con estados de conflictos, patuques y conflagraciones. Pero con más cuerdos que locos.

Después llegó el dominio del petróleo. Desde el año 36, por decir algo, nuestros dirigentes, entre los cuales por desgracia, no hubo ningún loco verdadero, no tuvieron que inventar nada. Todo estaba hecho según sus estrechas percepciones y si no había quien lo hiciera y nos lo vendiera. Y es que, es de vivos con apariencia de locos, copiar, comprar, antes que inventar. Si la agricultura decaía, no había razón para angustiarse ni ponerse a pensar demasiado. ¡Eso es de locos! Con dólares en la mano, en pacas compactas, toda desazón tiene remedio fácil. ¡No hay espacio para locos!

Unos gobernantes fueron represivos, otros clamaban por "calma y cordura", mientras a planazos, bombas y manoplas metían en cintura a los aspirantes a locos verdaderos. Después llegaron los demócratas a contrapelo, como antídoto contra el exceso de atropello y el prestigio de los locos. Entre esos demócratas, hasta uno hubo que sólo hecho el loco expresó, "llueve y escampa" y, sin quererlo, vendió una careta de loco, como se venden nacionalismos en baratijas.

Y toda esa tranquilidad y mansedumbre; aquella sensatez muelle de movimiento horizontal, si acaso de leves ondulaciones, flotó sobre la densidad del petróleo. Hoy un barril costaba tres lochas, tres años después, las mismas lochas. El día de hoy parecía igual al de ayer. ¡Un paraíso para cuerdos!

De golpe, el mercado hizo erupción. Los precios del barril rompieron los techos. Los sensatos y los vivos disfrazados de locos, llamaron a administrar aquello con criterio de escasez. Pero también dijeron a todo pulmón, gastemos hasta más no poder; muramos de apoplejía. Cubramos de lujo momentáneo nuestras miserias ancestrales que el petróleo seguirá brotando de la tierra incesantemente y el mercado se dilatará, hasta que el petróleo comprado se una en un lago con el que se ofrece en venta. Y apostrofaron a sus adversarios y llamaron "profetas del desastre" a quienes hicieron sanas advertencias a tiempo. Y dijeron, "ese es un grupo de loquitos".

Hasta se atrevieron a componer un nuevo himno nacional de mal gusto con aquél estribillo de “tá barato dame dos”.

El petróleo se volvió un negocio inseguro. Los precios llegaron a un estado crítico; siete dólares por barril porque los sensatos, justo por serlo, no se atrevían a soñar y llenaron el mercado de combustible; violaron las cuotas establecidas por la OPEP y ayudaban a que aquello de ponerla de rodillas, como dijese Ronald Reegan, se hiciese realidad.

La multitud deseosa que una locura se desatase, se levantó iracunda, más no loca y produjeron aquello que llamaron el caracazo, lo que los sensatos sometieron noche y día de cuchillos largos.

Llegó el momento de pensar y mojarse para levantar al país. ¡Este es un momento para locos! ¡Abajo la sensatez! Dijeron unos aspirantes a locos verdaderos y se levantaron el 4f.

La mayor fortalece de Hugo es su sublime locura. Por ella se levanta contra fuerzas inmensas y pretende, con fenomenal seguridad, que al mundo transformemos hasta que se parezca a los sueños insensatos. Porque éstos, sólo ellos, nos garantizan que podamos seguir viviendo y soñando.

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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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