Reformas del Estado caudillismo e inversión

Desde el viejo dominio clasista hasta lo débil y poco creativo del liderazgo regional

Cuando se discutía en el Congreso Nacional, en la época de “la moribunda”, durante lo que se ha llamado IV República, sobre las reformas al Estado venezolano, opositores a esa idea hicieron referencia que ella pudiese resucitar el caudillismo regional. Jorge Olavarría, entonces con muy cordiales vínculos con la Causa Radical, fue uno de los más fervientes partidarios de esta posición.

Este fenómeno que una vez Arturo Uslar calificó de telúrico, como el ave fénix, resucitaría de sus cenizas bajo el influjo o el exorcismo de las reformas que se hiciesen al Estado. Y posteriormente, se dijo, con apego a la misma concepción, que ellas, particularmente aquella que ordenaría la elección de gobernadores, conduciría a la atomización del país.

Pensaron que la elección de aquellos funcionarios, antes escogidos y nombrados ejecutivamente por el presidente de la república, les convertiría en caudillos provinciales, como aquellos de la Venezuela anterior a la llegada de Gómez al poder.

El caudillismo provincial, que dejó un saldo negativo en la historia nacional, y que no es un fenómeno particular de Venezuela, tuvo su origen en el momento mismo de la anexión de estos territorios a la corona española. La Capitanía General de Venezuela, que le dio unidad territorial y política a la colonia venezolana, nació casi trescientos años después del descubrimiento. Es decir, ella nació cuando ya había una cultura, una forma de ser y una concepción política provincial muy inter­nalizadas. Además, y esto es muy importante, la economía provincial, por su origen y por las disposiciones legales emanadas de la corona, estaba acomodada para operar al margen de las otras provincias. Los productos primarios de cada una de éstas se exportaban al mercado internacional, del cual recibían a su vez, por sus puertos naturales, los productos que necesitaban. Ese estado de cosas originó un productor y comerciante con una apreciación provincial, en donde no había nación sino provincias y, no podía ser de otra manera, que ya entrado el siglo veinte, será un obstáculo para el progreso nacional. Y el hombre, sin importar su origen u ocupación, se nutrió de una visión según la cual, por encima de todo estaba el interés provincial.

Además, las unidades de producción las constituían haciendas. Un propietario solía tener más de una. Por diversos mecanismos de la forma de producción, la mano de obra estaba sujeta y controlada fuertemente por el productor. El mecanismo predominante era la esclavitud. Con posterioridad al abolicionismo, el marco de sujeción no varió en buena medida. Esa mano de obra, cuando las circunstancias lo demandaban, se convertía en ejército de los propietarios. De esos elementos se nutrió el caudillo.

Y se hizo la guerra y después muchas se desataron bajo la engañosa consigna del interés de la tierra chica; aunque en realidad prevalecía solo el del propietario.

"Federación es que los zulianos manden en el Zulia, guariqueños en el Guárico y orientales en Oriente", escribió Armas Chitti, era la opinión del viejo general Sotillo.

Pero sólo era un decir. Aquella frase reclamaba el mando para los caudillos regionales, Sotillo fue uno, como Venancio Pulgar lo fue en el Zulia, quien habló de forma parecida,

Esta visión de las cosas y forma de hacer, se dio en un país donde las relaciones capitalistas aparecían revueltas con otras de fuerte carácter feudal y esclavista. No olvidemos una premisa básica, conquista y colonización de Venezuela y América, se hicieron bajo el capitalismo, pero envueltas con otras relaciones.

Con Gómez comienza la explotación comercial en grande del petróleo y también la concentración de todo el poder en la capital del país. El hidrocarburo, convertido en una mercancía generadora de dólares, crea las bases para ello y debilita al caudillismo provincial. Gómez desde Caracas, siente el pulso y aliento de Venezuela toda. Nada escapa a su control y él, todo lo decide. El ejército nacional, fuertemente controlado y manejado por el Poder Ejecutivo, destruyó las personales de los caudillos de provincia. Con esa unificación político militar, que “pondrá orden y concierto” en el mercado interno, las relaciones políticas y de mando, se inició el lento pero firme crecimiento del capitalismo moderno en la patria nuestra y se crearon las condiciones estimulantes para la inversión extranjera. Y es que el modo de ser del capitalismo europeo y norteamericano de la época de Gómez, no se avenía con aquella división provincial y el constante guerrear entre caudillos. Para las inversiones en grande nos querían unificados, pacíficos y fuertemente centralizados. Lo que indica que presencia de Gómez en la presidencia, coincidió con la concepción de un proyecto y unas clases sociales que le concibieron e impulsaron.

Esas inversiones extranjeras se concentraron en determinadas áreas del país, de acuerdo al interés de los inversionistas. Concentración que se intensificará bajo la democracia y el esquema petrolero y de sustitución de importaciones. Con ello, en esas áreas, se fortalecerán las clases dominantes existentes y aparecerán otras.

Posteriormente, la democracia puntofijista, en aparente contradicción con su discurso, mantuvo excesivos poderes en manos del presidente y los organismos nacionales. Y los inversionistas, nacionales y extranjeros, incitaron al Estado a invertir con preferencia en los mismos sitios. Y en Caracas y en el Centro, bajo el amparo de la inversión y el gasto público, se creó un núcleo de significativo peso político y económico. El ingreso mismo del Estado favoreció las tendencias centralistas entre los manejadores de éste. Un poder y otro se han venido estimulando y amparando. Hasta llegar, en la era de los monopolios económicos, a eso que se identificó con la palabra cogollo.

Se impuso un centralismo agobiante que casi paralizó al país y fue tan negativo como el viejo caudillismo provincial de la Venezuela agroexportadora. Centralismo nacido de aquellas circunstancias, que se ha caracterizado además, porque se invertía y se continúa haciéndolo desproporcionadamente en áreas que la estrategia del capitalismo dependiente privilegió.

Pero la propuesta de romper el centralismo, entre otras formas, eligiendo en la provincia a los gobernadores, no implicó reponer el caudillismo provincial, sencillamente porque no existen condiciones estructurales para ello. Además, es artificial ese planteamiento de atomización, porque un largo e intenso proceso histórico generó un profundo sentimiento nacional y una unidad de mercado indestructibles.

Pero tampoco rompió la tendencia a concentrar exageradamente la inversión en ciertos polos.

Es por demás evidente que, la conducta impuesta por el peso político que las clases dominantes de las áreas desarrolladas ejercieron, obligando al Estado Nacional a invertir preferentemente en ellas, de manera inercial, sigue operando. La elección de gobernadores no cambió esa tendencia.

Pues hasta el Gobierno actual, invierte mayormente en las mismas áreas favorecidas por las administraciones anteriores.

No por exigencias de las clases dominantes, no es ese el caso, pero si por las circunstancias que ellas crearon. La concentración de población, el peso electoral, factores culturales generados por aquel proceso, lo que incluye hasta el liderazgo popular, inducen al gobierno a manifestar preferencias regionales para la inversión. De manera que como antes, en las mismas zonas donde no se formaron clases poderosas, porque el capitalismo no se fortaleció como en otras, o no hubo suficiente acumulación, el Estado, para decirlo sutilmente, es comedido en invertir.

Hay evidencias, que el ahorro de regiones menos desarrolladas, mediante la intermediación del sector bancario, como el oriente venezolano, es trasladado, en gran medida, para ser invertido donde hay más riqueza.

Lo de la inversión estatal y el manejo del ahorro, viene siendo así desde mucho tiempo atrás por lo que hemos dicho; pero el nuevo liderazgo, en todos los ámbitos, inmaduro y poco creativo de estas regiones desfavorecidas, no ha sido capaz de percatarse y menos reaccionar.


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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