Latifundio y monopolio feudal

La historia del latifundio como figura contractual económica es tan vieja
como la propiedad privada sobre los recursos productivos. Detrás de la
dilatada tenencia de la tierra se arrastró la de sus correspondientes
trabajadores ora agrícolas, ora mineros, en condiciones de esclavos,
siervos, peones y modernamente asalariados a destajo, según las conocidas
formas básicas que para producir los bienes satisfactorios de las
necesidades los hombres han practicado.

Ha sido una figura inicua por todos los ángulos que se le mire, y luego de
restringirse al acaparamiento sin limites de inmensas parcelas para
sembradíos y ganadería, se convirtió en el semillero de un capital
Originario que ya en la decadente Europa Feudal alimentó el burguesismo
emergente, partir de entonces, este que no tardó en poner en práctica
emulativamente toda la gama de monopolios industriales, financieros y
comerciales, que se conoce.
Cierto que las leyes democráticas han estado combatiendo fallidamente estos
monopolios, pero se trata de una clara farsa, mientras se siga respetando la
propiedad privada, habida cuenta que esta los engendra inevitablemente. Es
que cada capitalista busca razonablemente crecer, competir y destruir
económicamente a sus adversarios del ramo, y así va controlando todo el
mercado que las circunstancias y coyunturas le vayan permitiendo sin
cortapisa alguna, salvo las timoratas legislaciones antimonopólicas, cuya
aplicación corre el riesgo de truncarse al caer en manos de jueces ávidos
de riqueza burguesa para también meterse a monopolistas, tan pronto sus
industriosidad y su habilidad burgomnercantil se lo permita. Para lograr
este cometido, cuentan con el Estado, con el Ejército y con la masa de
incautos, inconscientes de que para ser alto capitalista hay que
previamente pertenecer a la clase capitalista internacional, que ya dispone
de una antigüedad de más de 500 años, de tal manera que sigue siendo válido
el apotegma de que *los ricos ( léase industriales trasnacionalistas y
monopolistas) están contados*.

Pero esa ineficaz campaña legal antimopólica y contranatural cobra
relevancia en materia del monopolio agrícola, en el monopolio feudal, porque
usualmente el latifundista es también un capitalista de mayor o menor
envergadura, que hizo su primer capital con esa tierra independientemente de
si su tenencia haya sido, o no , legalmente adquirida.

En el caso venezolano de estos días, cuando el Ejecutivo, armado
constitucionalmente, procede a declarar el exterminio de esta desfasada
figura económica medieval, todavía imperante en estas tierras americanas, el
estado, repito, debe vigilar de cerca que el monopolio de la tierra no es
meramente un asunto del volumen de superficie involucrado por tal o cual
latifundio, sino que debe evitarse el usufructo, uso y enajenación
exclusivos de determinada familia, de determinado productor, porque , de
ser así se estaría simplemente convirtiendo por metamorfosis económica el
monopolio feudal en monopolio industrial, ya que en común ambas empresas
tienen el imperio respetuoso de la propiedad privada, y esta es la
verdadera injusticia que adolece cualquier sociedad contemporánea, por vieja
que sea su práctica. No en balde, la nacionalización de la tierra seguiría
siendo lo más revolucionariamente apropiado a largo plazo.


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Manuel C. Martínez M.


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