El mea culpa de los escuálidos iraquíes

04 ene. 05

El apotegma: *No echemos la culpa al ciego, sino a quien le da el garrote*, es perfectamente aplicable al caso del hoy devastado Irak, la arcana, rica, sabia y resistente Mesopotamia (ubicada en medio de sus dos ríos).

Toda esa y toda esta matanza indiscriminada que el invasor del Norte, sin que haya nadie que lo detenga en su bélica y lucrativa locura emprendió hace más de un año, y la continúa con reforzada impiedad, comenzó a petición expresa de las propias víctimas que infatuadamente, poderosamente, clasistamente y sectariamente clamaron, oraron, rezaron y genuflexamente solicitaron los servicios de ese sicario colectivo para que les resolviera su problema local con el hoy preso Saddam Jussein

No queremos justificar los asesinatos de este devastador y Bipresidente de EE UU, pero echarle todo el paquete de estiércol a él solito es negar u ocultar la culpabilidad directa e intelectual de quienes precisa y diplomáticamente pactaron esa invasión.

Hablamos de los que podemos llamar, los escuálidos de Irak, en obvia alusión a esos venezolanos que, montados en su terca manía de sacar a Chávez del juego, desde aquí y desde allá mismo solicitaron públicamente el envío de *marines* que los ayudaran ante su impotencia local, ante todos sus estrepitosos fracasos por vía de calumnias, de mediáticas torcidamente interesadas, de golpes de estado políticos, financieros, petroleros comerciales, laborales, intelectuales y etceterales.

Me parece estar leyendo aún, fijos en mi excitada retina los graffiti alusivos a la pronta llegada a la Guara de tales sicarios colectivos, graffiti que más o menos en mala letra decían: *ya sacaron a Saddam, ahora vienen por Chávez*.

Y ocurrió que ni corto ni perezoso, el sediento y desenergetizado país del Norte vio en semejante y monstruosa invasión la oportunidad de cubrir dos objetivos con una misma acción, con el mismo costo. El protagonismo presencial de George W. Bush ha sido coyuntural, pero de ninguna manera deliberada por parte de él ni de su papaíto, ni de nadie.

Ahora, los pocos que van quedando andan suplicando a Satanás que los redima por su diabólica coparticipación en esa devastadora acción contra su propia tierra. Un asunto clasista difícil de entender para pocos, pero que las mayorías saben sentir y traducir, y andan allá en lo que quedad de Irak como andan por aquí los escuálidos nacionales tratando de borrar su televisada y vergonzosa actuación en aquellas feas maniobras que desde la llegada de Chávez han cometido, y por las que su mea culpa es el mismo de los escuálidos iraquíes.



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Manuel C. Martínez M.


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