Para identificarlos
vean las pirañas de tierra, antigua mutación de las oceánicas. El
safari televisivo les presenta con sutileza todo y su pestilente vaho
con el que espantan a las indefensas gacelas y hasta los enfurecidos
bisontes, de manera que estos y otros irracionales pierdan la perspectiva
de la autodefensa hasta abandonar a sus criaturas, fácil presa de la
garras de otros animales carnívoros que se suman a la cacería y que
ellas también espantan con su pestilente almizcle.
A los humanos,
por tanto padecimiento bajo la criminal manera con la que actúan los
que mutaron de esas hienas asquerosas, se nos hace fácil identificar
a estos enemigos hasta en el modo de caminar. Pero si es que usted,
amigo lector, lo ignora, compare la manera de caminar de esos cuadrúpedos
con la de los bípedos que asesinaron a Danilo Anderson, incluido el
que pagó. O vea por televisión al pirañero mayor que, desde Israel,
manda a que asesinen a los niños palestinos, él un ejemplar descendiente
de aquellas antiguas mutaciones, de las que exceptuamos a la mujer quien,
desde su evolución fue discriminada por inmutable y por mujer no por
muñeca de elaboración. Claro hubo contagios que perduran, pero en
la puntualidad.
Pero los hombres-hiena
están diseminados en todo el mundo, desde que el primer farsante los
atemorizó en los andamios de la torre de Babel para que hicieran escala
en Galilea donde atesoraron grandes capitales validos de la denigrante
esclavitud. Capital con el que también enriquecieron al publicista
Saqueo quien, testaferro, apareció como el primer rico el mundo, mientras
hombres, mujeres y niños morían de hambre frente al palacio del Sanedrín,
por lo que Jesús (17 años) regresó de Egipto a socorrer a su abuela
Ana, muerto Joaquín, el abuelo querido. Luego se incorporó a la lucha
por la reivindicación de su pueblo durante tres lustros. Los hombres-hiena
lo mataron, denostaron de uno de sus camaradas, Pedro, con quien acordó
desconocer amistad. A Esteban lo despellejaron vivo. Tomaron la iglesia
del Cristo Jesús y a Él lo “premiaron”, post-mortem, con una “resurrección”
desconocida. Claro, quien vive escribe y anota los personajes.
Por supuesto
que los hombres-hiena de hoy devienen de aquellos, pero con técnica.
Ya no divulgan sus mentiras sobre piedra. Pero desde que le arrebataron
la herramienta al que produce, empezaron a producir la pólvora y el
fósforo blanco con el que asesinaron los niños de Vietnam y Palestina.
A los que caminan en la divisoria de la faja los mataron porque son
“enemigos” en potencia, y a los que están en el vientre para que
no se formen más placentas.
De tan lejos,
pasaron a Chile (Kisingger) mataron al mejor Presidente de ese país
hermano y siguieron tras “los malos ejemplos”: Grenada, antes Santo
Domingo, Haití… y paremos de contar. Más reciente los intentos que,
no por fallidos, dejaron de ser criminales con la conocida herradura
de los hombres-hiena: Venezuela con 300 muertos revolucionarios,
cuando también fue fácil identificar a los hombres-hiena. Los ojos
de aquel González González enfocando a Tarek Williams, los de Bustillos
“peinando” los barrios; los ojos de Vivas y Forero. Peña con su
casco de “plomo al hampa”. Bolivia y sus 200 muertos. Honduras,
donde la canalla se ensañó contra el pueblo, envalentonada con el
enclave de la base militar yanqui y el tormento que provocaron los hombres-hiena,
mismos hombres-sierras, quienes armados de este instrumento, silenciaron
a Honduras.
Ahora Ecuador.
Aquí los hombres-hiena en acción se pusieron máscaras.
Pero como el policía Vivas contra la periodista de Caracas, se atrevieron
a un magnicidio frustrado contra Correa.
Todo eso no
es cualquier cosa, camarada Fidel, camarada Chávez. ¿Aceptarán los
hombres-hiena la apertura de la lucha de las ideas, no obstante las
exculpaciones?
Patria, Socialismo
o barbarie.