(A eso lo llaman Liberalismo Económico)

Libros, no; Aguardientes, sí

Las mejores muestras estadísticas son aquellas en las cuales personalmente e in situ hemos fungido de espectadores y encuestadores; todas las demás resultan razonablemente inciertas o dubitables.

Así, justo a 120 m del Grupo Escolar República del Perú (Valencia, Venezuela) estuvo ubicada, con mucho éxito y durante varias e interesantes décadas, la “Librería Cantaura”, sita en la calle del mismo nombre, cruce con la av. Carlos Soublette.

Hace unos 25 años, aprox, esa memorizada “Librería Cantaura”, que alimentó las bibliotecas de millares de escolariegos durante toda su Formación Académica Primaria, entró en crisis comercial; su propietario terminó vendiendo el edificio que le servía de sede, y remató su inventario de añorados “textos y útiles escolares” porque, según nuestro sistema mercantil, habían pasado de moda; ¡como si los libros pudieran recibir semejante y despectivo tratamiento en tiempo y espacio de las sociedades civilizadas!

Semejante posibilidad sería como borrar de nuestra propia historia todo el indeleble encanto que caracteriza aquel gratísimo olor de las minas de lápices y tintas frescas, el que sigue impregnando nuestros más tiernos y crónicos recuerdos de vieja data. ¿Acaso habrá algún corazón adulto, por allí, que no acelere sus movimientos cuando oye la cantarina de la melodiosa y dulce algarabía de niños recreándose, o le toca pasar por las cercanías de una que otra silenciosa y disciplinada escuela o escuelita?

Bien, casos como ese abundan donde quiera que el capitalismo sembró su diabólica semilla. Sabemos que sus prolegómenos se remontan a las Costas Extremorientales del Mediterráneo; de allí partieron los pioneros del mercado que ahora conocemos como transnacionalistas. Estos productores y comerciantes del libro responden inconscientemente a la dinámica de un mercado que requiere renovaciones para mantener sus márgenes de ganancias, y lo logran a punta inclusive de reediciones con el mismo contenido y sin variantes que podrían justificar a medias tales innovaciones y sustituciones.

Pero, yendo al presente, el de ahorita mismo, nos llama la atención cómo ciudades y puertos promovidos por gobiernos de ayer y de hoy se muestran muy liberales en cuanto al variopinto comercio de mercancías, aunque eso no estaría ni malo en sociedades donde priva la ganancia sobre la calidad de los bienes traficados, pero, ¿acaso usted sabe de alguien que vaya, por ejemplo, a la Isla de Margarita (Venezuela) en búsqueda de libros de texto o de otra naturaleza, de Secundaria, de Primaria y Universitarios?

La Librería Cantaura cedió su espacio, y su proximidad espacial y curricular a la tierna y exquisita clientela que generosamente le ofrecía el mencionado grupo Escolar República del Perú, a respetables comerciantes de aguardientes que emplean tremendos, lujosos, vistosos y visibles y libérrimos exhibidores de “caña” en toda sus manifestaciones y presentaciones, nacionales e importados, frescos y añejos.

Exhibidores de más de 60 m lineales expuestos a la curiosa vista de los niños y niñas y de adolescentes que por allí siguen transitando a pie o en vehículos ad hoc rumbo al mismo Grupo Escolar República del Perú, recientemente remodelado en su fachada e interior, pero cuidadosamente inmerso dentro del mismo entorno etílico que nos llega en reemplazo de aquellos olores infantiles de una época arrasada por el “progreso burgués” gerenciado por gobernantes y alcaldes burgueses, para una sociedad aburguesada como la valenciana y de otras regiones de este “mercado” eufemística y extemporáneamente llamado país.


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Manuel C. Martínez M.


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