(Los Maquillajes del Producto Interno Bruto_ PIB)

Los Monos no fueron Comerciantes

El Nobelado Stiglitz busca la sinceridad del   PIB a punta de su maquillaje con servicios no mercantilizados. De ese modo, él reedita la hipótesis marginalista   del valor utilitario común a todos los bienes con inclusión de los naturales, tales como el agua, oxígeno, los diamantes, aunque él alude a otros bienes cuyo valor de uso no es natural, los de producción casera, por ejemplo.

Resulta que los bienes, aun los manufacturados, carecen de valor de cambio, y de precio, si no pasan por ningún mercado, ya que esa valoración es social y sólo el mercado puede calibrar la medida promedia de trabajo añadido a dichos bienes.

“Cuando se deja a un lado el valor de uso de las mercancías (aspecto técnico: vestido, alimento,…), sólo les queda una cualidad: la de ser productos del trabajo. Pero el propio trabajo se metamorfosea a pesar nuestro (sastre, agricultor,…). Si hacemos abstracción de su valor de uso,   desaparecen a la vez todos los elementos materiales y formales que le daban ese valor. Ya no se trata, por ejemplo, de una mesa, una casa, un hilado, o un objeto cualquiera, tampoco es el producto del trabajo del tornero, el albañil o de cualquier trabajo productivo determinado. Junto con los caracteres útiles particulares de los productos del trabajo, desaparecen   el carácter útil de los contenidos en ellos y las diversas formas concretas que distinguen una especie de trabajo de otra especie (ya no está en ellos la utilidad del trabajo). Por lo tanto, sólo queda el carácter común de dichos trabajos; todos se reducen al mismo trabajo humano, a una inversión de fuerza humana de trabajo, sin referencia a la forma particular en que se la invirtió.

Los valores de uso de las mercancías constituyen el material de un saber especial de la ciencia y la rutina comerciales, … Forman la materia de la riqueza, sea cual sea la forma social de esta(esclava,… capitalista).En la sociedad que debemos examinar  (la burguesa),  son al mismo tiempo los soportes materiales del valor de cambio.

El algo de común que se muestra en   la relación de cambio o en el valor de cambio de las mercancías es, pues, su valor; y un valor de uso, o un artículo cualquiera, sólo tiene valor en la medida en que en él se ha materializado un trabajo.

¿Cómo medir, entonces, la magnitud de su valor? Por la cantidad de sustancia “creadora” de valor que contiene, por el trabajo. La propia cantidad de trabajo tiene como medida su duración en el tiempo, y el tiempo de trabajo pese a su vez su medida en partes del tiempo tales como la hora, el día, etcétera.

Se podría imaginar que si el valor de una mercancía lo determina la cantidad de trabajo invertida durante su producción, cuanto más perezoso   e inhábil es un hombre, más valor tiene su mercancía, puesto que emplea más tiempo en su fabricación. Pero el trabajo que forma la sustancia del valor de las mercancías es trabajo igual e indistinto, una inversión de la misma fuerza. La fuerza de trabajo de la sociedad toda, que se manifiesta en el conjunto de los valores, sólo cuenta, pues, como fuerza única, aunque se componga de innumerables fuerzas individuales. Cada fuerza de trabajo individual es igual a cualquier otra, en la medida que posee el carácter de una fuerza social promedio y funciona como tal, es decir, que en la producción de una mercancía sólo se emplea el tiempo de trabajo necesario, término medio, o el tiempo de trabajo socialmente necesario”. Yo puse todos los paréntesis. Cónfer: Carlos Marx, El Capital, Libro I, Cap. I (La Mercancía), § I.

  Antes de que apareciera el intercambio de bienes entre comunidades separadas, toda la “riqueza de las naciones” consistía en la cantidad de bienes directamente consumidos y consumibles por sus propios creadores. No obstante, aun en los bienes silvestres o libres está presente el trabajo humano indirecto, en la medida de que con su acción se conserve o destruya el acervo natural de la naturaleza.

De esa manera, podemos afirmar que aquellos monos, que comunitariamente irían transformándose en los hombres de donde procederíamos, según el criterio

darwiniano, crearon valores de uso, pero no riqueza mercantil; habida cuenta de que no conocieron ni fueron jamás al mercado.

El estudio de la riqueza de las naciones, de los valores de cambio, afloró sólo cuando los mercados se ampliaron suficientemente como para despertar la curiosidad científica sobre tal categoría económica.

Stiglitz enfatiza, pues, la ignorancia sobre que, precisamente, la utilidad de las mercancías es creada exclusivamente por los trabajadores en   el momento mismo que ellos transforman los medios de producción que en conjunto forman el PIB orgánico y mercantil que luego se trueca en inorgánico, debido a la dinámica zigzagueante de la oferta-demanda. La carnes comestibles, por ejemplo, sólo son útiles para el consumo final después de su confección culinaria, salvedad hecha de las utilizadas por los antropófagos, cavernícolas y animales carnívoros en general.

Obviamente, salvedad hecha de los bienes con un valor natural de uso, de cajón, las demás mercancías deben tener un valor artificial de uso para ser tales, y en consecuencia poder llevarlas al mercado y asignárseles un precio de venta. Es aquí donde entramos en el tema del valor de cambio, del coste laboral que implica la fabricación de esa utilidad   se derivada de la transformación de un objeto en otros sólo mediante la fuerza de trabajo aplicada para tales efectos.

Este valor de cambio es y ha sido el meollo de todas las elucubraciones económicas que han pretendido explicar el valor burgués o posfisiocrático de los bienes creados con mano de obra, ya no sólo como simples valores de uso, sino como riqueza creada por los trabajadores.

http://www.aporrea.org/ideologia/a94267.html

Ciertamente,   el trabajador crea un nuevo valor de uso que se deriva de unos bienes útiles luego de ser transformados con la aplicación de la fuerza de trabajo correspondiente, pero con ello crea un valor nuevo que se agrega a los medios de producción consumidos a tal efecto. Este nuevo valor es igual al de su salario más la plusvalía impaga que retiene para sí el patrono del caso.

La nueva mercancía es un nuevo valor de uso, pero su valor de cambio no se corresponde con la utilidad de dicha mercancía; esta cualidad es más bien un requisito sine qua non puesto que mal podría venderse un objeto que no sirva para nada.

Las estadísticas presentadas por el BCV y las empresas privadas que explotan estos datos se limitan a los precios de los bienes a puerta de comercio. Cierto que la cesta básica (CB) de la familia de los pendejos (asalariados) puede, por ejemplo, montar a BsF 2.500, 00, aprox, según informes recientes, pero se trata de comida cruda, misma que necesita ser preparada en casa.

En este aspecto, el Nobel Stiglitz tendría razón al querer computar los servicios domésticos de la confección de alimentos o artes culinarias como parte intrínseca del PIB.

Dejemos sentado que este aporte nobeliano sólo ha tenido repercusiones políticas más que económicas ya que, en verdad,   el valor de esos servicios no muestreados ya aparecen parcialmente comercializados en el PIB cuando la comida es confeccionada a partir de alimentos de   “crudos” o como materia prima y cuya producción corre a cargo de empresa privadas: restoranes en general, conservas listas para comer, etc.

En el caso   de estas estadísticas no estiglicianas, debemos decir que el precio de la cesta básica que manejan los gobiernos   no suele ser sincero, que los precios de la CB no incluyen el valioso “trabajón” o las horas-hombre que aplica el ama de casa a esos bienes comprados en la bodega correspondiente.

De allí que contradictoriamente, este nobelado  ha puesto en evidencia la pobreza de  PIB convencional que política o demagógicamente excluye o deja a  un lado el verdadero coste del sustento familiar.



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Manuel C. Martínez M.


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